“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

miércoles, 16 de octubre de 2024

Los potros salvajes

Tener aficiones puede ser bueno o malo. Depende de las aficiones. Tener seis tatuajes debajo del traje por siete motivos, como la autora de la canción de Potra salvaje, es una afición que no necesita mucha inversión y a nadie molesta. Pero hay otras aficiones que nos perjudican a todos, especialmente si para satisfacerlas hay que recurrir a conductas poco ejemplares. Leo en la prensa que a Eduardo Zaplana lo han condenado a diez años de prisión por cobro de comisiones ilícitas durante toda su carrera política en el PP.  No es de extrañar pues las aficiones del don Eduardo son caras y adictivas: las inversiones inmobiliarias, los coches de alta gama y los relojes de lujo. También leo, aunque todavía no hay sentencia, que otro político, del PSOE en este caso, José Luis Ábalos también tiene aficiones caras: casas y amantes a las que hay que pagarles apartamentos en el centro de Madrid. Seguro que en las entrevistas de selección para acceder a los cargos en su partido les dijeron a los entrevistadores que su objetivo era dejarse la piel para mejorar la vida de los ciudadanos. Y entre sus aficiones citarían la lectura, la pintura y la fotografía. El problema no está en los entrevistados por ocultar sus verdaderas aficiones sino en los entrevistadores por no ahondar más en las preguntas. Hubiera bastado con preguntarles que nombraran su libros, pinturas y fotografías favoritas. Y seguramente se habrían encontrado con estas respuestas: El Quijote de Federico Jiménez Losantos, Las señoritas de Avignon de Velázquez y las fotos de desnudos de Playboy e Interviú. De todo lo anterior se desprende que la culpa de la corrupción en España no es exclusivamente de los corruptos sino también de quienes los seleccionan para figurar en las listas de los partidos. Son incapaces de no solamente ignorar cuántos tatuajes y por cuántos motivos llevan debajo del traje sino, lo que es más grave, de averiguar la cantidad de porquería, aficiones, ambición y deshonestidad que acumulan en sus cerebros.  

Evaristo Torres Olivas



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