Publicado en Heraldo de Aragón 26/08/2022
El ejercicio del poder puede traer graves consecuencias para la salud mental de algunos políticos. Estar todo el día rodeado de personas a las que has nombrado a dedo y que te aplauden, digas lo que digas, ya sea algo importante o la mayor sandez, simpleza y necedad que se te ocurra. A nuestro presidente Sánchez el poder le está haciendo mucho daño. Hace unos días, dijo en una rueda de prensa, con toda la seriedad del mundo: “He pedido a los ministros y ministras y a todos los responsables públicos… que cuando no sea necesario que no utilicen la corbata pues así estaremos haciendo frente al ahorro energético”. Por lo visto, dejar de usar corbata, especialmente por parte de las mujeres, supone un buen puñado de euros de ahorro. Lo que me extraña es que no haya ido más lejos y haya recomendado el uso de sandalias y zapatillas de rejilla, así como recurrir a las camisetas sin mangas o incluso hacer frente a las obligaciones del cargo a pecho descubierto o en pelota picada. Si en una playa cualquiera, la gente va casi desnuda delante de personas que no conoce, no sé por qué no puede hacer lo mismo delante de compañeros en el Consejo de Ministros o en el despacho del ministerio o de la dirección general. ¿Cuánto se podría ahorrar en aire acondicionado en una comida de trabajo si en lugar de ir en traje y corbata se asiste en bolas? ¿Y si se obliga a todos los ministros, ministras, subsecretarios y subsecretarias, directores y directoras generales y demás cargos elegidos o nombrados a dedo a raparse el pelo al cero o se nombran solo a calvos y calvas? Teniendo en cuenta los miles de políticos que tenemos, las cantidades de dinero público que gastan en comidas y cenas, se podría conseguir un ahorro suficiente para construir varias residencias de ancianos públicas o aumentar las becas para los más necesitados. Como medidas adicionales, se podrían prohibir los instrumentos eléctricos en los conciertos musicales. Donde no se debería ahorrar es en nombrar a más políticos de pocas luces, que de esos ya tenemos muchos.
Evaristo Torres Olivas
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