La Vaquilla guarrilla y Lo que usted no tiene la suerte de sentir. Dos artículos de opinión en el Diario de Teruel. El primero lo firma Juan Carlos Valmaña Fortea. El segundo, Eva Fortea Báguena (aunque añada a continuación del nombre Una vaquillera, la señora Fortea es además una política y dirigente del PAR). Los dos artículos, aunque los autores compartan un apellido, son totalmente opuestos. Para don Juan Carlos, la Vaquilla es una porquería; para doña Eva, una maravilla. Y los dos tienen razón porque solo ven una parte. El ciudadano Valmaña solo ve porquería, borrachos y salidos en una “fiesta paleta” para disfrute de “cuatro caciques y un pueblo aborregado”. Un político no puede utilizar esos insultos contra los ciudadanos; los insultos los reserva para los oponentes políticos, pero el pueblo soberano es un dechado de virtudes y sentido común. Por ese motivo, la señora Fortea habla de “fiesta acogedora, de sentimiento vaquillero, de un sentimiento que trasciende lo racional”. Si Valmaña critica a las fuerzas de seguridad y a los servicios médicos, Fortea, como experimentada política, les dirige alabanzas. Don Juan Carlos y doña Eva ven cosas diferentes en una misma fiesta. Yo, como turolense emigrante, no conocí la Vaquilla hasta que regresé a mi pueblo, Villarquemado, hace quince años. Hasta entonces no había vivido la Vaquilla. Me emocionaba la parte “ritual” de la fiesta: el Campanico, ponerle el Pañuelico al Torico, las peñas, los amigos, todo aquello que identifica a nuestra tierra, a nuestra ciudad, a nuestra provincia. Un año quise vivir la Puesta del Pañuelico en directo. Pantalón blanco, camisa blanca bien planchada y pañuelo rojo al cuello. No llevaba ni cinco minutos debajo de los porches, cuando unos energúmenos con una mochila pulverizadora a la espalda me llenaron de vino de la cabeza a los pies. Y todos alrededor a botar y a reír. Algo emotivo y hermoso se convirtió en unos segundos en una porquería. Más tarde, la música a todo trapo, los borrachos, la basura, el olor a meados y ríos de gente a la que las tradiciones, el Torico, el Campanico, el Pañuelico y la historia y tradiciones de Teruel le importan una higa. Como tampoco le importan nada las molestias a las personas que viven en el centro de la ciudad y tienen que aguantar el infierno durante cuatro días. Ya no he vuelto a la Vaquilla. Veo la parte hermosa por la tele y la otra me produce vergüenza y asco.
Evaristo Torres Olivas
4 comentarios:
Viendo tu experiencia, parece tener más razón Juan Carlos. Yo sólo he estado una vez y me llevé la misma impresión que tú.
Probablemente el artículo de la señora Fortea obedezca a una sentimentalización de la fiesta que no atiende a razones objetivas: la suciedad y la sensación de ciudad sin ley son los elementos esenciales. Pero a ver quién es el guapo o la guapa que se atreve a ponerle el cascabel al gato...
Ahora parece que los políticos de este ayuntamiento turolense miden el éxito de la fiesta según las toneladas de basura, plásticos, sobre todo. Éste año ha sido todo un éxito hay dos toneladas más que las anteriores, con lo cual la guarreria define ésta fiesta.. Somos unos cuantos a los que nos da mucha pena la imagen que se trasmite de nuestra ciudad.
Igual también son cosas de la edad. Yo con mis 57 tacos no voy a la Vaquilla, pero hasta los 40 fuí en diversas ocasiones. Puntos de vista. Y de la edad, sin duda
Publicar un comentario