“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

lunes, 29 de marzo de 2021

Benita, Ernst y Javier

 El pasado 25 de marzo, una colaboración en las páginas de opinión de Diario de Teruel me dejó con la boca abierta durante un buen rato. Pero no de admiración. La tuve que leer cuatro veces y ni así pude entender qué pretendía decir el autor. El texto se titula Funeral por Benita Gombrich y lo firma Javier Hernández. No sabía quién es ese ciudadano y lo busqué en Internet.  “Licenciado en Bellas Artes en la especialidad de Escultura por la Facultad de Bellas Artes de San Carlos de la Universidad Politécnica de Valencia. Graduado en Artes Aplicadas en la especialidad de Cerámica por la Escuela de Artes y Oficios de Valencia. Diplomado en Conservación y Restauración por la École de Conservation et de Restauration. Licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Valencia. Profesor. Estancias en París y Nueva York”. Y me volví a quedar boquiabierto. Releí el texto porque no podía creer que alguien con ese currículum hubiera podido escribirlo. Y menos en las páginas de opinión de un diario. La cosa va de un catedrático de nombre Diógenes Benedicto, de su discípulo gay que se llama Néstor Cerezo de la Puebla, de un garito de mala muerte en un polígono industrial en el que muere electrocutada una tal Benita Gombrich que resulta ser Diógenes, catedrático de día, travesti de noche. En definitiva, un relato de ficción, que nada pinta en las páginas de opinión de un periódico. Pero es que además está muy mal escrito, sin ninguna gracia y con faltas de ortografía. Lo primero que pensé: el Javier Hernández del relato no es el mismo que el que tiene el currículum tan extenso; es un nombre muy común y seguramente hay cientos de personas con ese nombre y apellidos. Una segunda consulta en Internet me confirmó que se trataba de la misma persona. Y expresé un deseo en voz alta delante de la pantalla del ordenador: espero que el Javier Hernández artista y profesor sea mucho mejor que el Javier Hernández escritor de malos relatos en las páginas de opinión de Diario de Teruel. Esa es mi opinión, expresada en el lugar que corresponde y no en la sección de economía de los periódicos o en una publicación para recordar al historiador del arte Ernst Gombrich.

Evaristo Torres Olivas

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