“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

jueves, 11 de febrero de 2021

Los pedantes y el inglés

Publicado en el Heraldo de Aragón el 21/02/2021

Entre las cosas malas que han aportado internet y las redes sociales—de las buenas ya hablaré otro día está la contaminación de nuestro idioma español con el inglés. Por un lado, están los que no tienen ni idea del idioma, pero quieren darnos a entender que son muy cultos y salpican sus textos en español con pegotes de palabras en inglés. Por otra parte, quienes pretenden engañarnos y disfrazan sus profesiones o aficiones con nombres en inglés para darse pisto y vendernos la burra. Además, la palabra o expresión extranjera la escriben con mayúscula inicial para ser aún más pedantes. Pedantes en el sentido de engreídos que hacen alarde de erudición y no en el sentido, en desuso, que recoge también la RAE, de maestro que enseñaba a los niños la gramática yendo a las casas. Tengo un conocido que escribe textos publicitarios y dice que es un Copy; otro conocido, que dice tonterías en la red, se jacta de ser Influencer. También conozco a dos Community Managers y hace unos días me encontré un anuncio en el que cuatro creídos presumían de ser Closers de ventas. A muy pocos doctores ingenieros de caminos, canales y puertos, astrofísicos o neurocirujanos se les ocurre escribir o pronunciar el nombre de su profesión en inglés cuando hablan o escriben en los medios en español. Son profesiones de prestigio que no necesitan camuflarse con anglicismos. Solamente quienes se avergüenzan de ser vendedores, redactores de publicidad o gestores de redes sociales, profesiones muy respetables, o que quieren darnos gato por liebre, son los que recurren al uso de estas estratagemas para tomarnos el pelo. He dejado para el final el influencer, que no es ni profesión ni respetable. Se trata de un charlatán, de un engañabobos, de un embaucador, que se pone un nombre absurdo, tiene millones de seguidores, gana millones de euros y fija su residencia en Andorra para no pagar impuestos en nuestro país. Tener millones de seguidores o ganar mucho dinero no es garantía de calidad ni de inteligencia. Las estrellas de la telebasura también tienen millones de seguidores y Donald Trump gana mucho dinero. A todos ellos les habría convenido un pedante en su infancia, ese maestro que enseñaba gramática a domicilio.

Evaristo Torres Olivas

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