El obispo de Tenerife se vacunó engañando a Sanidad. Bernardo Álvarez, que así se llama, recibió la primera dosis de la vacuna de Pfizer alegando que vivía en una residencia en la que ni siquiera tiene contacto con los internos. Otro que ha mentido es el obispo de Mallorca, Sebastià Taltavull, que se ha se ha inyectado la dosis correspondiente sin que fuese su turno, diciendo que también vivía en una residencia. No parece que le han hecho caso a otra mentira, la del obispo Cañizares, quien dijo que una de las vacunas “se fabrica a base de células de fetos abortados”. Estas acciones, o sinvergonzonerías, me han devuelto a mi infancia. Yo tenía once años cuando mis padres me enviaron en el mes de junio al pueblo desde Francia para que me aprendiera el catecismo y comulgar en agosto cuando ellos vinieran de vacaciones. El peor verano de mi vida. Mientras mis primos y amigos del pueblo se dedicaban a dar vueltas con la bici y a bañarse en el río, yo tenía que aprenderme cosas que no me interesaban nada, como los tres enemigos del alma, mundo, demonio y carne. Que el demonio fuese un enemigo, se podía entender, pero que el mundo y la carne lo fueran también, no cabía en mi cabeza. Como tampoco me interesaba demasiado los diez mandamientos y me limité a aprenderlos de memoria para evitar algún coscorrón del profesor que mis padres habían buscado para que me preparara. Han tenido que pasar muchas décadas para poder sacarle utilidad a lo que me aprendí de memoria a la fuerza. Los dos obispos que se han vacunado y el que dijo que las vacunas se hacían con fetos han incumplido el octavo mandamiento, el que dice que no darás falso testimonio ni mentirás. Y de paso, se han cargado el primero y el segundo, que dicen que amarás a Dios sobre todas las cosas y no tomarás su nombre en vano. No ama demasiado a Dios quien se comporta como se han comportado estos obispos. También se han saltado el sexto y el séptimo, no cometerás actos impuros y no robarás, porque impuro es apropiarte de una vacuna que le pertenecía a otra persona más necesitada en situación de riesgo. Y si tuviera más espacio en esta columna, demostraría que los obispos se han saltado a la torera el catecismo entero. Terminaré recordando un refrán que contaba mi abuelo paterno cuando hablaba de los curas: Haz lo que yo diga, pero no lo que yo haga. O este otro: Una cosa es predicar, y otra dar trigo.
Evaristo Torres Olivas
2 comentarios:
Evaristo, has puesto dios con minúscula y Dios con mayúscula. Te referías a distintos seres o entes? es que en esto del trino y demás me pierdo.
Lo corrijo, gracias. ¡Ay Dios!, esto es un sindiós
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