“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

lunes, 25 de enero de 2021

Carmen Calvo, la diversión, la digresión y la divagación

 La política no es el arte de lo posible sino el arte de engañar. O de reírse de los ciudadanos tomándolos por imbéciles. Es lo que debe de pensar la ministra Carmen Calvo. Puede decir una cosa y su contraria sin sentir vergüenza, ni remordimiento. Hace un tiempo, cuando le preguntaron qué pensaba hacer su partido con la comisión de investigación al rey emérito, respondió: “Vamos a hacer lo que digan los letrados de la cámara, como ya hicieron en 2018, cuando dijeron que no. Lo que nos digan haremos”. Perfecto, una respuesta sensata. Ahora que los letrados avalan la comisión, su partido ha votado que no. ¿Qué argumentos han esgrimido doña Carmen Calvo y otros miembros del PSOE? Muchos que nada tienen que ver con lo que prometieron que harían. Se podrían resumir con tres palabras: diversión, digresión y divagación. Diversión no solamente en el sentido de entretenernos con bobadas, sino sobre todo con el de apartar y desviar la atención. Digresión, que consiste en romper el hilo del discurso y contaminarlo con cosas que nada que ver con el asunto principal. Divagación: separarse del asunto de que se trata y hablar sin ton ni son. Para que quede más claro, se podrían utilizar otras expresiones coloquiales como irse por los cerros de Úbeda, irse por las ramas o irse por la tangente. Si doña Carmen Calvo tuviera vergüenza, presentaría su dimisión y se marcharía a su casa con la cabeza gacha. Una vicepresidenta de un país serio, que además ha sido ministra de Cultura, ha de dar ejemplo, no pude hacer de la mentira y la manipulación su estilo de gestión. Pero como esta señora, al igual que otros muchos políticos españoles, no tiene vergüenza, ni la conoce, seguirá con su cháchara y su charlatanería, su coche oficial y su salario pagado por todos los españoles para que se ría de nosotros. No nos merecemos este tipo de gobernantes.

Evaristo Torres Olivas

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