A.M.R., en una carta al director del pasado día 13, nos cuenta que está indignado o indignada por los comentarios que se han hecho de la presunta violación de una chica menor por un grupo de chicos menores. Que la gente opine me parece bien, pero que lo haga con la cara descubierta, no escondiéndose tras unas iniciales. A.M.R. puede ser Antonio Martínez Redón o Ana Marín Ruiz o cualquier otra persona de las muchas que pueden tener esas mismas iniciales en sus nombres y apellidos. A.M.R. se dedica a verter afirmaciones sin ningún tipo de prueba. Dice que “en ningún momento esta menor fue llevada a la fuerza”. ¿Cómo lo sabe? ¿Quién se lo ha dicho? También nos cuenta que tanto los tres jóvenes que están internados en un centro de menores de Zaragoza como sus familias están pagando las consecuencias. Nada dice lo que puede estar pasando la chica y la familia de la chica. Yo creo que, en todo este asunto, tanto las autoridades como la prensa han procedido correctamente. Por una parte, no se han divulgado los nombres de todos los implicados. En todo momento, en las informaciones de la prensa, tanto en Diario de Teruel como en otras publicaciones, se ha respetado siempre la presunción de inocencia. Y así debe ser. Finalmente, habría que recordarle al señor o la señora A.M.R. que, en casi todos los casos, por no decir en todos, de agresiones sexuales en grupo se trata de chicos que agreden a una chica. Ya sea en unas fiestas de Pamplona, de Sevilla, de Zaragoza o de un pueblo. Y rara vez, por no decir nunca, un grupo de chicas, menores o mayores de edad, han acorralado a un chico en los lavabos de un bar, en un callejón oscuro o en un portal a las tres de la mañana. A mí me encantaría leer que tras las investigaciones se descubriera que toda esta historia protagonizada por menores en una cochera de San Julián hubiera sido un malentendido, que no hubiera habido ninguna agresión. Por el bien de la chica, de los chicos y de la sociedad. Y a A.M.R., sea hombre o mujer, le diría que sea más ecuánime en sus juicios y que dé la cara cuando opine en los periódicos.
Evaristo Torres Olivas
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