Evaristo Torres Olivas
lunes, 2 de diciembre de 2019
Que no le den ningún premio
“El Cenador de Amós
sube los precios nada más recibir la tercera estrella Michelin”. Ese es un
titular del periódico Cinco Días del pasado 23 de noviembre. “Jesús Sánchez
descartó inicialmente encarecer los menús, pero apenas 48 horas después estos
han sido modificados”, reza el subtítulo. El restaurante está preparado para
dar de comer a un máximo de 30 personas, dice el propietario. Entre semana, no
lo llenan, dos o tres mesas de dos personas, añade, aunque con las tres
estrellas esperan llenarlo y tener lista de espera. La situación ideal. No hace
falta saber mucha economía para deducir que los costes generales disminuyen en
la medida en que aumenta el número de productos vendidos. El gasto de la luz,
los salarios de los empleados y el alquiler del local es el mismo si comen
todos los días 6 personas que 30. Estamos ante una economía de escala y el
coste por unidad baja si aumenta el número de menús vendidos. ¿Por qué entonces
se han subido los precios? Hay varias explicaciones. La primera, la avaricia.
Nos han educado así: en un sistema capitalista, no tiene sentido hablar de
precio justo, beneficio justo o salario justo. Si hay gente que compra por 100
lo que cuesta 10 producir, no hay nada que reprochar; si se ofrecen 500 euros
al mes por un trabajo de 10 horas diarias y hay doscientas personas dispuestas
a aceptarlo, tampoco se pude criticar. Es la ley de la oferta y la demanda. En
segundo lugar, también nos han acostumbrado a creer que lo caro es mejor que lo
barato, y no siempre es así. Finalmente, está la fama: si un futbolista famoso anuncia una marca de
zapatillas y una actriz conocida unas gafas de sol, las zapatillas y las gafas
no pueden costar 30 euros. ¿Y qué se puede hacer en estos casos? No mucho, la
verdad. Para la mayoría de la gente, que el menú de El Cenador de Amós cueste 120
o 137, el vino aparte, le da lo mismo, porque ni comía ahí antes de que le
dieran las tres estrellas ni lo hará después. Lo que sí podemos hacer es rezar
para que al restaurante en el que comemos no le den ninguna estrella, ni
Michelin, ni Goodyear ni Gomas Lorenzo, que ningún futbolista anuncie las
zapatillas que tanto nos gustan y que a nuestro hotel de vacaciones no vaya
ningún actor de Juego de Tronos, ni Belén Esteban ni Bertín Osborne. Porque si
eso ocurre, nos subirán los precios.
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Sin pelos en la lengua
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