Por una vez estoy de acuerdo con lo que dice Pablo
Echenique: “La Administración General del Estado es enormemente compleja y un
ministerio es mucho más que un sillón y un nombre. Para que no se trate de una
cáscara semivacía, ha de haber competencias y equipos debajo”. Y lo que se
aplica a un ministerio también sirve para un alcalde del ayuntamiento de una ciudad
o de un consejero de una autonomía.
Estoy seguro de que la mayoría de los políticos estarían de acuerdo con
las afirmaciones del político de Podemos. Sin embargo, a la hora de poner al
frente de los ministerios, consejerías y ayuntamientos a los que los han de
gestionar, los partidos y los políticos— incluidos los de Podemos – que los
dirigen no dudan en elegir a personas, hombres y mujeres, sin ninguna
experiencia en el área que se les encomienda. Lo mismo pueden proponer a un
entrenador de baloncesto para dirigir el ayuntamiento de Madrid y a un
electricista para ministro de Interior que a una psicóloga o una filósofa sin
experiencia para una vicepresidencia estatal o una consejería autonómica.
Tampoco le parece mal al PP empadronar a distancia a un político vasco en un
pueblo de Segovia de cien habitantes que nunca ha pisado y nombrarle senador
autonómico por Castilla y León. Ni a Podemos en las elecciones de hace cuatro
años colocar en la lista de senadores por Teruel a una ciudadana que nunca
había pisado la provincia. Y lo peor de todo es que una vez que se suben al
carro de la política no se bajan nunca. En Teruel tenemos unos cuantos.
Entraron en política hace muchos años, sin tener una carrera profesional
extensa ni de mucha importancia y han ido recorriendo todos los puestos en
todas las instituciones. Lo mismo sirven para diputados que para senadores, directores
generales de Vivienda, consejeros de Presidencia, de Educación o de lo que les
echen. Son empleados públicos vitalicios
sin haber aprobado ninguna oposición, elegidos a dedo. Y nos sería de extrañar
que, cuando se jubilen de la política, sus hijos hereden la vacante que dejan,
como si de un título nobiliario se tratara. Ante semejante atropello, casi es
preferible que los puestos que ocupan sean cáscaras vacías sin competencias.
Poner a inexpertos a dirigir y gestionar solo se puede admitir cuando se juegan
su dinero, pero los experimentos con los cuartos de los ciudadanos es mejor
hacerlos con gaseosa, el Monopoly o los Juegos Reunidos Geyper.
Evaristo Torres Olivas
lunes, 12 de agosto de 2019
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