“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

jueves, 27 de junio de 2019

Cuidar el lenguaje

Si hace unos días escribía en este espacio sobre el placer que me proporcionaba la lectura de las columnas de Irene Vallejo, ahora quiero hacer lo mismo con las que escribe Patricia Esteban Erlés. En estos días de calor, me he refrescado leyendo su libro, Fondo de armario, que recoge las columnas publicadas en Heraldo de Aragón. Patricia Esteban, además de escritora y columnista, es profesora. En sus textos proclama su “fe inquebrantable en la educación pública”. En uno de ellos, escribe: “Los mejores momentos de mi vida adulta están con frecuencia vinculados al aula donde explico el poder de las palabras, la necesidad de cuidar el lenguaje y el arte como instrumentos que nos ayudan no solamente a adquirir conocimientos, sino también a existir”. Estoy seguro de que muchos maestros y profesores comparten el mismo entusiasmo; otros, no. Recientemente, en una red social, un licenciado en Historia, profesor de inglés y diputado autonómico en la pasada legislatura cometía tres faltas de ortografía en apenas cinco líneas. Cuando se lo señalé en un comentario, esta fue la respuesta inesperada: borrar el comentario e impedir que pudiera escribir otros. Unos días antes, en una reunión en la que se encontraban una concejala del Ayuntamiento de Teruel y otros miembros de la candidatura que no fueron elegidos, señalé algunos de los errores en el uso de nuestro idioma en los que incurrieron durante la campaña electoral. Uno de los asistentes, maestro jubilado, se levantó, dijo que no me aguantaba más y se marchó. Patricia Esteban, en otra de sus columnas escribe: “En el instituto tuve profesores excelentes… Los hubo que me animaron a escribir…, y no me he olvidado de sus nombres y apellidos. Otros, en cambio, no disfrutaban tanto con su trabajo, por decirlo de una manera suave”. Espero equivocarme, por el bien de sus alumnos, pero tengo la sospecha de que tanto el licenciado en Historia, profesor de inglés y exdiputado como el maestro jubilado pertenecen al grupo de los que no disfrutaban con su trabajo, por decirlo también de una manera suave. Y tampoco escribo aquí sus nombres y apellidos: es mejor olvidarlos.

Evaristo Torres Olivas

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