Si hace unos días escribía en
este espacio sobre el placer que me proporcionaba la lectura de las columnas de
Irene Vallejo, ahora quiero hacer lo mismo con las que escribe Patricia Esteban
Erlés. En estos días de calor, me he refrescado leyendo su libro, Fondo de
armario, que recoge las columnas publicadas en Heraldo de Aragón. Patricia Esteban,
además de escritora y columnista, es profesora. En sus textos proclama su “fe
inquebrantable en la educación pública”. En uno de ellos, escribe: “Los mejores
momentos de mi vida adulta están con frecuencia vinculados al aula donde
explico el poder de las palabras, la necesidad de cuidar el lenguaje y el arte
como instrumentos que nos ayudan no solamente a adquirir conocimientos, sino
también a existir”. Estoy seguro de que muchos maestros y profesores comparten
el mismo entusiasmo; otros, no. Recientemente, en una red social, un licenciado
en Historia, profesor de inglés y diputado autonómico en la pasada legislatura
cometía tres faltas de ortografía en apenas cinco líneas. Cuando se lo señalé
en un comentario, esta fue la respuesta inesperada: borrar el comentario e
impedir que pudiera escribir otros. Unos días antes, en una reunión en la que
se encontraban una concejala del Ayuntamiento de Teruel y otros miembros de la
candidatura que no fueron elegidos, señalé algunos de los errores en el uso de
nuestro idioma en los que incurrieron durante la campaña electoral. Uno de los
asistentes, maestro jubilado, se levantó, dijo que no me aguantaba más y se
marchó. Patricia Esteban, en otra de sus columnas escribe: “En el instituto
tuve profesores excelentes… Los hubo que me animaron a escribir…, y no me he
olvidado de sus nombres y apellidos. Otros, en cambio, no disfrutaban tanto con
su trabajo, por decirlo de una manera suave”. Espero equivocarme, por el bien
de sus alumnos, pero tengo la sospecha de que tanto el licenciado en Historia,
profesor de inglés y exdiputado como el maestro jubilado pertenecen al grupo de
los que no disfrutaban con su trabajo, por decirlo también de una manera suave.
Y tampoco escribo aquí sus nombres y apellidos: es mejor olvidarlos.
jueves, 27 de junio de 2019
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