“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

martes, 14 de mayo de 2019

Los despellejados y los de las manos sucias

Si van por la calle y se encuentran a personas sin piel, con toda seguridad se trata de políticos veteranos con muchas legislaturas acumuladas. Si ven a algunas personas con pellejos en los dedos o en la frente, sin lugar a dudas se trata de políticos recién elegidos que empiezan a pelarse. Si han visto los debates de los aspirantes a representarnos y dirigirnos, habrán visto a miembros de las dos categorías, y a poca atención que hayan prestado habrán descubierto la causa: todos prometen dejarse la piel por España y Aragón. Incluidos los de Teruel. Y, sin embargo, en Teruel no tenemos dermatólogos, lo que dice muy poco del sentido de oportunidad de los políticos turolenses: podrían haber pensado en dejarse otra cosa de la que no hay escasez para remediar sus males. Algunos ya han propuesto alguna alternativa menos agresiva: "Vinimos a mancharnos las manos para cambiar las cosas gobernando". Para lavarse las manos sucias no hay, de momento, limitación de agua y jabón. Aunque tal vez lo hayan dicho para que no los confundan con los de Manos Limpias, que no son muy de fiar. Tampoco conviene que nuestros políticos turolenses se destrocen las cuerdas vocales y nos perforen los tímpanos gritando tonterías y promesas que no piensan cumplir: también andamos escasos de otorrinos. No sé si el despellejamiento está considerado como una enfermedad profesional, pero sería deseable que los especialistas en medicina del trabajo—ignoro si también escasean en nuestra provincia— investigaran el desollamiento político y encontraran soluciones. La entrega de su vida a los demás y la pasión por el servicio público de los políticos tiene un límite: su salud. No deben dejarse la piel, quemarse las pestañas y quedarse sin voz por nosotros. Su trabajo tampoco es tan complicado, según se desprende del resto de sus propias palabras vacías: no traspasar las líneas rojas y poner las propuestas encima de la mesa, porque han hecho los deberes, y una vez que han trazado la hoja de ruta, se ponen las pilas, como no podía ser de otra manera, y nos dirigen hasta ver la luz al final del túnel. Porque lo llevan en el ADN. Y algunos, en sus manos sucias.
Evaristo Torres Olivas

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