Evaristo Torres Olivas
martes, 14 de mayo de 2019
Los despellejados y los de las manos sucias
Si van por la calle y se encuentran a personas sin piel, con
toda seguridad se trata de políticos veteranos con muchas legislaturas
acumuladas. Si ven a algunas personas con pellejos en los dedos o en la frente,
sin lugar a dudas se trata de políticos recién elegidos que empiezan a pelarse.
Si han visto los debates de los aspirantes a representarnos y dirigirnos,
habrán visto a miembros de las dos categorías, y a poca atención que hayan
prestado habrán descubierto la causa: todos prometen dejarse la piel por España
y Aragón. Incluidos los de Teruel. Y, sin embargo, en Teruel no tenemos
dermatólogos, lo que dice muy poco del sentido de oportunidad de los políticos
turolenses: podrían haber pensado en dejarse otra cosa de la que no hay escasez
para remediar sus males. Algunos ya han propuesto alguna alternativa menos
agresiva: "Vinimos a mancharnos las manos para cambiar las cosas
gobernando". Para lavarse las manos sucias no hay, de momento, limitación
de agua y jabón. Aunque tal vez lo hayan dicho para que no los confundan con
los de Manos Limpias, que no son muy de fiar. Tampoco conviene que nuestros
políticos turolenses se destrocen las cuerdas vocales y nos perforen los
tímpanos gritando tonterías y promesas que no piensan cumplir: también andamos
escasos de otorrinos. No sé si el despellejamiento está considerado como una
enfermedad profesional, pero sería deseable que los especialistas en medicina
del trabajo—ignoro si también escasean en nuestra provincia— investigaran el
desollamiento político y encontraran soluciones. La entrega de su vida a los
demás y la pasión por el servicio público de los políticos tiene un límite: su
salud. No deben dejarse la piel, quemarse las pestañas y quedarse sin voz por
nosotros. Su trabajo tampoco es tan complicado, según se desprende del resto de
sus propias palabras vacías: no traspasar
las líneas rojas y poner las propuestas
encima de la mesa, porque han hecho
los deberes, y una vez que han trazado la hoja de ruta, se ponen las
pilas, como no podía ser de otra
manera, y nos dirigen hasta ver la
luz al final del túnel. Porque lo llevan
en el ADN. Y algunos, en sus manos sucias.
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Sin pelos en la lengua
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