“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

martes, 24 de julio de 2018

Presagios, señales y avisos

Un rayo "decapita" la estatua del Corazón de Jesús de la iglesia de San Lorenzo de Magallón. Así titulaba Heraldo de Aragón la noticia que a mí me ha sumido en un mar de dudas. Yo que soy más de “pienso, luego existo” que de “el corazón tiene razones que la razón no entiende”, no me explico cómo Dios, que todo lo crea y todo lo controla, incluido el rayo y el trueno, es capaz de tirar piedras a su propio tejado, o rayos a la estatua que lo representa. Además, no se ha limitado a causarse una pequeña herida en un pie o un ligero roce en una mano. No. Se ha decapitado. Sin un pie o sin una mano se puede vivir, pero sin cabeza, no mucho. A san Lamberto, según nos contó Labordeta, “un centurión indignado le dio un tajo en la cabeza y se la puso en la mano”, pero no anduvo ni “andó” muy lejos, solo hasta que “por propio pie se enterró con santa Engracia”. Hay una gran diferencia entre las dos decapitaciones. En un caso, el autor del crimen es un centurión romano indignado que le corta la cabeza a un pobre campesino, y una vez comprobado—según los métodos de comprobación eclesiásticos— que Lamberto caminó un trecho con la cabeza bajo el brazo, la Iglesia lo hizo santo. En el otro caso, es el propio Dios el autor de la decapitación, un “autocrimen”,  hablando claro. La Iglesia habla mediante símbolos, alegorías, iconografía, representaciones, señales, presagios y avisos, y como no da puntada sin hilo, algo nos  querrá decir con esta terrible automutilación. Dios se ha avergonzado de su propia creación. Se le ha ido de las manos el mundo, un caos que no hay manera de enderezar. Dios nos anuncia que se va, que lo deja, que nos las apañemos como podamos, que él dimite, desaparece (aunque después de acojonarnos de esa manera, es capaz de resucitar al tercer día).  Algo que ya nos anunció Nietzsche y que parece que ahora se va a cumplir. Estos deben de ser los renglones torcidos de Dios para hablar recto. Un galimatías que no hay dios que lo entienda. Un Dios perfecto que crea un mundo a su imagen y semejanza y que se autodestruye a golpe de rayo. A lo mejor si pensamos que es el hombre quien crea a Dios, todo tiene mucho más sentido, y que lo mismo que ha caído un rayo en la iglesia de Magallón, puede en otra ocasión caer en un local de ateos y agnósticos.

Evaristo Torres Olivas

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