“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

jueves, 31 de mayo de 2018

Los insultos y el sacrificio

Si algo detesto es el lenguaje grandilocuente de los políticos. Tanto o más que los insultos que se disparan tanto los políticos de los viejos partidos como los de los nuevos, tanto de la izquierda como de la derecha. Desde hace un tiempo, demasiado, hay dos personajes que destacan en el asqueroso arte del insulto: Federico Jiménez Losantos y Pablo Echenique. A ninguno de los dos invitaría a mi casa a cenar y tampoco iría a la suya si me invitaran a mí. No quiero escuchar al de Orihuela del Tremedal y sus sandeces de Echeminga Dominga o Pablenin el Caraqueño, ni tampoco a Echenique y sus escupitajos contra todos los de la derecha, llamándolos fascistas, sicarios y mafiosos que colocan cabezas de caballo. Al señor Echenique alguien debería decirle que a “la gente” y a “los de abajo” no se los camela con vomitones de hiel.
En cuanto a la grandilocuencia también tenemos algunos ejemplos en la llamada nueva política de los nuevos partidos de la gente. En eso, como en muchas otras cosas, reproducen los mismos tics e idénticas fórmulas para reírse de los ciudadanos que los viejos partidos. No hay intervención de Pablo Iglesias en la que no prometa “dejarse la piel” por nosotros. Ayer,Teresa Rodríguez, la jefa de Podemos en Andalucía, escribía que ella y sus “compañeros y compañeras” han construido Podemos “sacrificando los mejores años de nuestras vidas, las mejores horas del día, las energías más potentes que hemos sido capaces de generar”. Semejante concepción de lo que es el sacrificio no produce solamente risa sino también indignación. ¿En qué mundo vive esta señora que cree que cobrar un buen sueldo, con vacaciones pagadas, despachos maravillosos y calefacción gratis en los parlamentos es un sacrificio? ¿En qué nube estratosférica tienen alojado el ego? A la señora Rodríguez alguien debería decirle que el sacrificio y sacrificarse es otra cosa, que a la “la gente”, a “los de abajo”, no les gustan los líderes encantados de haberse conocido que nos toman por imbéciles.

Evaristo Torres Olivas
Teresa Rodríguez sacrificándose por nosotros

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