La política es puro teatro, pero
teatro de muy mala calidad, con actores, en general, de tercera o cuarta
categoría. Hace mucho tiempo, en algún bar cercano a los teatros, vendían a
precios reducidos o regalaban unas entradas que se llamaban de clac. A cambio,
quien obtenía una de esas entradas estaba obligado a aplaudir cuando lo indicaba
el jefe de clac. Yo recuerdo haber asistido, con quince o dieciséis años, a
varios espectáculos en Madrid con entradas de clac. Hoy esa práctica ha
desaparecido en los teatros. Excepto en el teatro de la política. Todos los
partidos tienen un jefe de clac que indica a los parlamentarios de su cuerda el
momento en que hay que aplaudir durante la actuación del líder. Los nuevos, los
que dicen que han venido a cambiar las cosas, los que echan pestes de la vieja
política, en eso de los aplausos programados son tan “viejunos” como los que más. Observenen este vídeo a Irene Montero, en el papel estelar de jefa de clac, indicar en
qué momento hay que palmear a Pablo Iglesias. Y observen también la disciplina
de los diputados de Podemos. Ni uno se aparta de las instrucciones de Montero.
Por la cuenta que les trae. A mí estas cosas me molestan e indignan, la verdad.
Pero no por tomar por imbéciles a los diputados del partido, que al fin de
cuentas reciben todos los meses su salario y, como dice el refrán, dame pan y
dime tonto, que aplaudir o patalear en el Congreso cuando manda la jefa es más llevadero y está mejor
pagado que doblar el lomo en otros trabajos mucho más exigentes. La indignación
me la produce la falta de respeto a los ciudadanos, considerar que no tenemos
criterio para discernir si lo que dice el líder es interesante o no. El papel
de Irene Montero, y el de los demás jefes de clac de todos los partidos, no se
diferencia en nada del de los regidores de las comedias de la telebasura, que
indican a la audiencia cuándo han de
aplaudir y cuándo han de reír. En definitiva, que no hay diferencia entre un
parlamento y una comedia para idiotas.
Evaristo Torres Olivas
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