Más de una semana sin Internet. Nada
grave, pensarán. Pero algo aparentemente sin importancia puede convertirse en
una pesadilla y demostrar que una de nuestras empresas tecnológicas
supuestamente punteras, Telefónica, es capaz de agotar la paciencia de un
ciudadano, yo, y hacerle añorar los tiempos en que no había ni Internet, ni
móviles, ni autómatas parlanchines, ni whatsapp ni Bluetooth ni la madre que
los parió a todos. A continuación les cuento la pesadilla. Me quedo sin señal
de Internet y llamo al 1004, teléfono de contacto con Movistar. Contesta una
voz grabada: si desea esto, pulse 1, si desea esto otro no pulse nada. Tras
unos segundos, atiende una persona: soy María, ¿en qué puedo ayudarle? Le digo
que no tengo línea y durante diez minutos sigo sus instrucciones: apague el router (así se llama el aparato que te
conecta con internet), espere diez segundos, vuelva a encender, ¿qué luces se
encienden? En resumen, que la cosa no funciona. Me dice que me va a enviar por
el móvil un código para que me desplace a la tienda de Movistar más cercana
para que me den un router nuevo.
Recibo una llamada para pedirme que valore a la persona que me ha atendido.
Solo permiten decir cifras, del uno al diez. Le pongo un diez. Cincuenta
kilómetros en coche, media hora de espera en la tienda, quince minutos para
rellenar papeles y marcharme con el nuevo router. Conexión del aparato. No
funciona. Vuelvo a llamar al 1004. Otra chica amable: de nuevo conectar y
desconectar cables. Sin resultado. Me dice que me van a enviar un técnico. Pasa
un día, otro día, un tercer día. No viene ni llama ningún técnico. Pero sí me
envían mensajes en los que me amenazan que si la avería es de Telefónica, la
reparación será gratis, pero si es responsabilidad es mía, me cobrarán 90
euros. También me informan de que es posible que se pase un técnico. Así una y
otra vez, a diario, pero nadie viene. Eso sí, me llaman para preguntar si estoy
satisfecho con la reparación y que valore al técnico del uno al diez. Se trata
de un autómata que no admite comentarios: le grito que no ha venido ningún
técnico y que no puedo valorarlo. Como no me hace ni caso, pulso la tecla del
uno, la peor nota. Al rato recibo una llamada, esta vez no es una voz grabada.
Me pregunta a qué se debe esa nota tan baja. Le explico que no le puedo dar
otra porque nadie ha venido a casa. Cuelga. Siguen llegando a diario mensajes
de que un técnico vendrá y que como tenga yo la culpa, 90 euros. Finalmente, 9
días después de la avería, el pasado domingo aparece un técnico. Muy amable y
eficiente: vuelve a cambiar el router porque el nuevo que me habían dado en la
tienda no funciona. Soluciona el problema en veinte minutos. Me pide que le
valore bien, que es muy importante para su trabajo. Cuando se marcha, dos horas
después recibo siete llamadas seguidas del 1002. Suena dos veces pero cuando lo
voy a coger, se corta. Finalmente, una voz grabada me pide que valore la
reparación: le pongo un 1, la más baja porque han tardado 9 días en solucionar
el problema. Al rato, otra llamada para valorar al técnico. Le pongo un 10, porque
ha sido amable y eficiente: me ha resuelto el problema. Ya verán como a final
de mes, y a pesar de haber estado 9 días sin internet me cobran la factura como
si nada hubiera pasado. E igual se les ocurre decir que la responsabilidad era
mía y me cobran 90 euros. En fin, si no lo cuento, reviento. Y seguro que el
bonus del presidente de Telefónica no se verá afectado y habrá cumplido los
objetivos de beneficios previstos. Una
empresa puntera, a la vanguardia de la tecnología, rápida, eficiente y al servicio
del cliente.
martes, 3 de octubre de 2017
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario