Yo soy de los que creen que salir mucho en los periódicos,
en las televisiones y ser reconocidas en la calle atonta a las personas. O
atonta más a los que ya de por sí tienen un ego que se lo pisan. Se convierten en personas a un ego pegadas,
personas con un ego superlativo, parodiando a Quevedo. Hay muchas maneras de detectarlos,
pero la más destacable es que hablan de sí mismos en tercera persona o utilizan
el plural mayestático. Yo no soy psicólogo y carezco de los conocimientos
necesarios para diagnosticar si estamos ante casos de Trastorno Narcisista de
la Personalidad o simplemente ante gente con niveles altos de ombliguismo que se dispara cuando se hacen famosos y la
gente los mira al pasar por la calle, los invitan a fiestas y les piden su
opinión sobre cualquier tema, sea o no de su campo de especialización. Javier
Solana, cuando era secretario general de la OTAN usaba mucho el plural mayestático. Hablaba como los reyes, que
en lugar de ordeno y mando se daban pisto diciendo ordenamos y mandamos, como
si las órdenes fueran cosa de un grupo de gente y no de sus santas criadillas.
Me pregunto si en coreano del norte también se usa el plural mayestático y Kim
Jong-un, cuando decide cargarse a media
docena de coreanos, también dice que hemos ordenado que se los cepillen.
Otro que también recientemente se ha apuntado a hablar en
tercera persona es Pablo Echenique. Se ha dirigido públicamente a los votantes
de Podemos para comunicar que se va a Madrid y ha escrito una carta en la que
habla de un tal Echenique como si no fuera él. Hace de reportero de sí mismo y
escribe cosas como: “En estos dos años y medio, no ha sido Pablo Echenique él
solo el que…”; emplea hasta cuatro veces esa expresión.
Ya publiqué hace siete años un extenso artículo en este blog
sobre el síndrome de Hubris, una enfermedad que padecen los políticos.
Recomiendo a los lectores que lo vuelvan a leer para que se convenzan de que
ser famoso, político o futbolista televisivos no es tan chollo como puede parecer.
Llegan a hablar de sí mismos como si no fueran ellos sino otros que tienen
enfrente. Y siempre hablan bien de sí mismos por boca de los otros que parece
que no son ellos. No sé si me explico. Si se fijan en Donald Trump o en Nicolás Maduro, dos casos extremos, lo entenderán mucho mejor.
Evaristo Torres Olivas
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