“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

miércoles, 7 de junio de 2017

Pureza ideológica y transversalidad

Este es el comentario de un lector, A.C., a mi columna de ayer. Lo encuentro tan interesante y tan bien argumentado que he decidido colocarlo como una entrada más a mi blog. Mi única aportación, el título.

Las declaraciones de Iglesias solo hablan de lo chulo que es ese individuo, como si el pueblo fuera un hatajo de ignorantes discapacitados a los que de vez en cuando 'los urbanitas' tienen que descender. Pero las de Monedero, y, sobre todo, las de Rodríguez me parecen más interesantes, porque un partido cuya marca es 'la gente' no puede pensar que la gente es ese 13,8% de ciudadanos con derecho a voto que los eligieron sino ellos y todos los demás, incluidos tú y yo, Evaristo, pero también las beatas de tu pueblo, si es que las hay. Yo vi aquel pleno del Ayto. de Cádiz más bien como un acto de fina estrategia, porque la propuesta de concesión de la medalla era una invitación, precisamente, a echarles a la gente encima, y la bocina de salida para que en todos los ayuntamientos se hiciera lo mismo con aquellas tradiciones que no caben en el marxismo anguitiano de Podemos, donde los curas, las vírgenes y los espíritus son solo ellos. Pero el resultado está bien: la gente es eso, marxistas ortodoxos y presidentes de cofradía, estibadores y costaleros, vírgenes y gogós. Creo que es la primera vez que veo que Podemos ha entendido qué demonios (o vírgenes) es eso de la transversalidad. En mi trabajo siempre ha habido al menos un cura, y lo normal era que me llevase bien con él, primero porque era un cura de tropa, y segundo porque no perdíamos el tiempo en discutir sino en interesarnos por aquello del otro que desconocíamos. Cuando veo a los bárbaros del Rocío saltar la reja pienso en los que escalan la columna del Torico en la Vaquilla o los que suben a un niño a ocho metros de altura en los castillos catalanes. Qué diferencia hay. ¿No se hizo aquí a un puente de cemento Vaquillero de Honor? ¿A alguien le pareció mal? Una formación que basa su capacidad de proselitismo precisamente en la adoración mesiánica y cuyos miembros hablan del líder con su nombre de pila, como iniciados de una secta, no debe de encontrar del todo raro que se condecore a un santo de palo. Si alguien quiere cambiar esto, tendrá que aceptar a los demás tal y como son. La pureza ideológica solo garantiza minorías exquisitas. E inútiles.

A.C.

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