Cuando a la ignorancia se le suma la mala fe, el resultado
es un artículo como el que publicó el pasado domingo en el Diario de Teruel don
Francisco Belmonte. Amancio Ortega o la
envidia nacional, lo titula. Al señor Belmonte no le parece bien que varias
asociaciones para la defensa de la sanidad pública hayan criticado que Amancio
Ortega haya donado 320 millones para comprar aparatos para el tratamiento del
cáncer. Pero no se limita a no estar de acuerdo sino que recurre a los peores
argumentos: el insulto, la mentira, la manipulación y la zafiedad. Según él,
quienes critican la “generosidad” del empresario gallego son “tontos,
envidiosos abyectos y feroces, caterva de sectarios, necios”. Recurre a las
notas melodramáticas—“No estará de más
un aparatito de los de Amancio Ortega para que se salve la vida de un niño
turolense con cáncer”— para justificar sus insultos. Arremete contra los
médicos de las asociaciones y les acusa de faltar al juramento hipocrático.
Prejuzga a quienes se han unido a lo que él llama un “sindiós” y afirma con
chulería: “Me juego los huevos que más de uno se opera en la privada”. Si el
señor Belmonte se hubiera molestado en leer y
escuchar todos los argumentos de
los expertos, tal vez se habría enterado
de que hay médicos prestigiosos que defienden la donación del empresario de
Inditex, y otros, también de prestigio, consideran que no está bien que la
donación haya sido finalista, que tal vez haya otras prioridades para el
tratamiento del cáncer y que en todo caso deberían ser los médicos y
especialistas sanitarios quienes decidieran el destino del dinero. Otros
también han opinado que si Amancio Ortega no recurriera a la ingeniería
financiera para pagar menos, se recaudaría más dinero para la sanidad pública. Yo
no quiero que se le devuelva el dinero al fundador de Zara, y creo que es mejor
una donación finalista que no dar nada. Pero eso no convierte al empresario
gallego en un filántropo generoso y
excepcional; tampoco a los que han
defendido otras fuentes de financiación de la sanidad en “una banda de tontos”.
Y le aconsejaría a don Francisco que no se jugara los huevos tan a la ligera.
Podría perderlos.
Evaristo Torres Olivas
Evaristo Torres Olivas
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