“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

lunes, 19 de junio de 2017

Castración

Cuando a la ignorancia se le suma la mala fe, el resultado es un artículo como el que publicó el pasado domingo en el Diario de Teruel don Francisco Belmonte. Amancio Ortega o la envidia nacional, lo titula. Al señor Belmonte no le parece bien que varias asociaciones para la defensa de la sanidad pública hayan criticado que Amancio Ortega haya donado 320 millones para comprar aparatos para el tratamiento del cáncer. Pero no se limita a no estar de acuerdo sino que recurre a los peores argumentos: el insulto, la mentira, la manipulación y la zafiedad. Según él, quienes critican la “generosidad” del empresario gallego son “tontos, envidiosos abyectos y feroces, caterva de sectarios, necios”. Recurre a las notas melodramáticas—“No  estará de más un aparatito de los de Amancio Ortega para que se salve la vida de un niño turolense con cáncer”— para justificar sus insultos. Arremete contra los médicos de las asociaciones y les acusa de faltar al juramento hipocrático. Prejuzga a quienes se han unido a lo que él llama un “sindiós” y afirma con chulería: “Me juego los huevos que más de uno se opera en la privada”. Si el señor Belmonte se hubiera molestado en leer y  escuchar todos los  argumentos de los  expertos, tal vez se habría enterado de que hay médicos prestigiosos que defienden la donación del empresario de Inditex, y otros, también de prestigio, consideran que no está bien que la donación haya sido finalista, que tal vez haya otras prioridades para el tratamiento del cáncer y que en todo caso deberían ser los médicos y especialistas sanitarios quienes decidieran el destino del dinero. Otros también han opinado que si Amancio Ortega no recurriera a la ingeniería financiera para pagar menos, se recaudaría más dinero para la sanidad pública. Yo no quiero que se le devuelva el dinero al fundador de Zara, y creo que es mejor una donación finalista que no dar nada. Pero eso no convierte al empresario gallego en un filántropo  generoso y excepcional;  tampoco a los que han defendido otras fuentes de financiación de la sanidad en “una banda de tontos”. Y le aconsejaría a don Francisco que no se jugara los huevos tan a la ligera. Podría perderlos.

Evaristo Torres Olivas
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