El modisto Karl Lagerfeld tiene una gata “que se embolsó
tres millones de euros” por posar para anuncios de cosméticos, coches y
artículos de lujo. Según cuentan en un suplemento dominical, la gata “jamás
come en el suelo, viaja siempre con su dos cuidadoras, su guardaespaldas y
médico personal; y en ocasiones especiales luce perlas”. La gata se llama
Choupette. Los tres millones de euros, diga lo que diga el artículo del
suplemento, no se los embolsó la gata sino el dueño; a los gatos los millones de euros les traen sin
cuidado. Quizás a algunos esto les parecerá una excentricidad de un genio—o de
un imbécil— de la alta costura o de la bajeza moral. Maltratar a un animal es
algo que me repele, pero ponerle guardaespaldas, cuidadores día y noche,
veterinario personal y collares de perlas es igualmente despreciable. Para un
gato, para un perro, para un hámster, para una cabra o para una persona. Es la
desmesura, el despilfarro, la irracionalidad.
La estupidez humana. Estupidez no solamente de quienes hacen esas cosas,
sino también de todos los que dan cobertura sin ninguna crítica a esa
exhibición de derroche, a los anunciantes que pagan esas cantidades por sacar a
un gato en sus anuncios. Detrás de todo ello, no hay que ser ningún experto
para darse cuenta, hay una inmensa campaña de marketing. Con la excusa del
gato, Lagerfeld hace caja, potencia su imagen, da salida a sus extravagancias y
a sus modelitos para ricos ociosos. Es lo mismo que hacen otras marcas, cono
Benetton, que no dudan en utilizar a enfermos de sida, condenados a muerte o lo
que se les ponga por delante para vendernos sus trapos (¿sucios?). Seguramente,
la gata de Lagerfeld no tiene todo lo que anuncia su dueño, pero si así fuera,
si se trata a un animal como a un humano forrado de pasta , Lagerfeld se merecería que lo
trataran como a un perro. Habría que ponerle bozal, llevarlo atado con una
correa, ponerle un collar antipulgas y servirle bolas de pienso y el agua en
unos cuencos en el suelo. Y sacarlo a mear dos veces al día y llevarlo al veterinario cuando lo necesite, que a los animales hay que tratarlos bien.
Evaristo Torres Olivas
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