“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

jueves, 12 de enero de 2017

La burra es mía

Los humanos, con nuestra capacidad de hablar, podemos decir lo que nos dé la gana sobre cualquier cosa, seamos o no seamos expertos en la materia. No solamente podemos largar sobre lo que nos ocurre a nosotros sino a cualquiera del reino animal, sea persona o bicho, mamífero o reptil, arborícola o marino. Cuando las afirmaciones se hacen desde el estudio, siguiendo las reglas del método científico, es algo positivo ya que nos permite avanzar, progresar. Pero cuando se hace desde el interés, para justificar lo que atenta contra todas las reglas racionales y éticas, entonces estamos frente ante un comportamiento despreciable. Pongamos un ejemplo: muchos defensores de las corridas de toros argumentan que las banderillas, las puyas y las estocadas que recibe animal no le producen dolor porque el toro de lidia es una especie rara que además de tener cuernos, cuatro patas y rabo, no siente dolor. Para confirmarlo, se apoyan en la tesis doctoral de un biólogo. No importa que haya otros muchos estudios que concluyan lo contrario. O la simple evidencia: cualquiera que deliberadamente—hay que ser malvado—o accidentalmente le haya producido daño a un animal, ya sea perro, gato, vaca,  toro o caballo, habrá podido comprobar sus reacciones, que no son de placer, precisamente. En estos días circula por las redes este video en el que un torero-rejoneador mexicano, golpea salvajemente a uno de sus caballos. Llaman la atención los argumentos del “artista” para justificar semejante comportamiento: que los caballos son suyos y claro, con lo que le pertenece a uno se puede hacer lo que se quiera. Es el derecho al uso y al abuso de lo que es propiedad mía. Para esta gente, la propiedad se extiende al perro, al caballo, al esclavo o a la esposa si fuera necesario. Y si hay que buscar argumentos para enmascarar la barbarie, se dice que el toro no experimenta dolor y ha nacido para morir en una plaza, que el esclavo no es persona sino animal y que la mujer disfruta con  los golpes. Y cuando se rebaten sus afirmaciones acaban siempre esgrimiendo el argumento definitivo: la burra es mía y en la burra mando yo. Amén.

Evaristo Torres Olivas

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