“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

jueves, 15 de diciembre de 2016

Cebrián


Yo soy de los que en los años setenta paseaba con El País debajo del brazo para dar a entender a la gente que pertenecía al grupo de los progres. En aquellos años todo era mucho más simple. La sociedad se dividía en progres y fachas, obreros y explotadores, pobres y ricos. Los pobres eran obreros progres y los ricos, explotadores fachas. Con esta burda simplificación nos apañábamos para tirar adelante en las postrimerías del franquismo. Los fachas iban afeitados, con el  pelo corto y agitaban  banderas de España mientras que los pobres lucíamos greñas, barbas, banderas de Aragón y El País debajo del brazo. El País y las revistas Interview y Por Favor eran la única prensa que entraba en mi piso de estudiantes en Zaragoza. El País era la biblia del progresismo y Juan Luis Cebrián su profeta. Con el paso de los años, me fui dando cuenta de que el periódico de Polanco no era lo que creíamos y que Juan Luis Cebrián no era lo que parecía sino un trepa amorrado a la teta del  sistema al que lo único que le interesaba era el lucro personal, el poder, estar a la diestra de del dios padre Polanco, de los banqueros y de los que pagaban su salario indecente. Le  hicieron académico de la lengua, no se sabe muy bien con qué méritos.  Las entrevistas con Évole y  con Carlos Alsina de esta semana nos muestran a una Cebrián manipulador, huidizo, contradictorio, maleducado, prepotente y mentiroso. El País y Juan Luis Cebrián son la mejor prueba del estado lamentable en que se encuentra el periodismo en España, de que la independencia de la que presumen las cabeceras es falsa; de que los medios son instrumentos de propaganda al servicio de los que no se presentan a las elecciones. Es tal el cinismo de Cebrián que se atreve a afirmar que "sólo hay algo parecido al deterioro de la clase política española y es el de los medios de comunicación". Es como si  Franco y  Pinochet se hubieran lamentado de la violación de los Derechos Humanos. En cuarenta años, he pasado de llevar con orgullo El País debajo del brazo y  admirar a su primer director a apenas leerlo y a considerar a Cebrián  como una de las personas con una trayectoria más despreciable de la reciente historia de nuestro país.

Evaristo Torres Olivas

No hay comentarios: