Evaristo Torres Olivas
miércoles, 24 de junio de 2015
La pseudociencia de la economía liberal
La publicidad reviste de ciencia lo que es mera superchería.
En la columna de ayer vimos cómo si sumamos los años de vida adicionales que
nos proporcionan ciertas actividades y
la ingesta de ciertos productos, podríamos alcanzar la edad de Matusalén. También nos promete la publicidad
que el uso de algunas cremas a base de productos naturales, extracto de
forskolin y esencia de psyllium, de esas
que se venden exclusivamente en farmacias, podemos adelgazar cincuenta kilos en
pocas semanas sin dejar de zampamos cada día
dos pizzas cuatro quesos, un bote
de conserva y una tarta al whisky etiqueta negra de Nestlé. La economía liberal
es una doctrina revestida de pseudociencia que también nos
vende burras y motos. Utiliza fórmulas
matemáticas para dar el pego. Recurre a la teoría de juegos para contarnos
milongas infumables. Veamos una de sus verdades inamovibles, uno de sus
mandamientos o dogmas cuyo cuestionamiento es considerado una herejía: Cuanto
más avariciosas y egoístas son las personas, mejor. Comportándose como
energúmenos logran poner orden en los
mercados, asignando los recursos con eficiencia y equidad, guiados por una mano
invisible. Más o menos sería lo mismo que afirmar que para hacer una urbanización, las carreteras
de un país o las vías de tren, se les diera un pico y una pala a tres mil unidades
productivas y se le dijera que estamos dispuestos a pagarles como mucho a tres
unidades monetarias el metro de vía, carretera o pared de ladrillo y que se
apañen como puedan. Como se supone que son unos avariciosos y unos egoístas,
pero estarán guiados por la mano
invisible, nos harán las mejores
urbanizaciones, las mejores carreteras y las mejores vías de tren. Ellos,
guiados por el egoísmo, querrán meter
arena en lugar de cemento, facturar más metros que los realmente construidos, poner ventanas baratas y cobrarlas como caras,
colocar la mitad de traviesas de las que acordaron, pero la mano invisible los
agarrará de la oreja y les diría que no se puede timar al pueblo de esa manera.
Si los bárcenas, gürteles, púnicos y
otros elementos egoístas y avariciosos no pertenecieran a un partido que
se rige por el marxismo-leninismo como es el PP y lo estuvieran por las leyes
del liberalismo, la mano invisible ya les habría dado dos leches a cada uno
para que optimizaran los recursos públicos, en lugar de dirigirlos hacia sus
bolsillos y sus cuentas en Suiza, guiados por una mano negra que les regalaba
tarjetas del mismo color.
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