“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

viernes, 19 de junio de 2015

La demagogia de Antonio Papell

Al periodista Antonio Papell, en un artículo en el Heraldo del miércoles,  le parece demagógico que los políticos se bajen el sueldo. Especialmente si se llaman Ada Colau o pertenecen a Podemos, lo que él llama “la izquierda radical”.  “La política no puede quedar en manos de aficionados” que están dispuestos a trabajar casi gratis, afirma. Según el señor Papell, los roles políticos deberían profesionalizarse y sus miembros ser retribuidos con salarios de mercado. Deberían ser expertos con  formación y experiencia para poderse ganar la vida dentro y fuera de la política.  Su propuesta adolece de parcialidad. Da la impresión de que los únicos políticos aficionados y sin preparación  son los de las nuevas formaciones de esa “izquierda radical”.  Es muy fácil comprobar cómo en los “partidos  tradicionales” la ineptitud y la falta de experiencia alcanzan cifras importantes. Alcaldes y alcaldesas, presidentes y presidentas de diputaciones, de municipios y provincias, presidentes y consejeros de cajas de ahorros sin ninguna experiencia en gestión y sin ningún conocimiento especializado, del PP y del PSOE, del PAR o de cualquier otro de los que llevan décadas alternándose en los gobiernos. Y en esos casos, ni siquiera se han rebajado el sueldo. Lo ideal sería tener buenos profesionales con sueldos decentes. Pero si ha de haber inútiles, que cuesten lo menos posible al erario.  En cuanto a que la retribución de los políticos debería ser la de mercado, habría que especificar más y añadir si la mayor parte del salario debería ser variable en función de los resultados. Y qué resultados se esperan de los políticos. En una empresa privada, los resultados son económicos: si hay beneficios, el directivo cobra un porcentaje de esos beneficios; si no los hay, cobra mucho menos. ¿Sobre qué objetivos se debe retribuir a los políticos? ¿El cumplimiento del programa? En una empresa privada, si un directivo no cumple, se cambia por otro, sin esperar cuatro años. ¿Obligamos a los políticos a fijar objetivos semestrales o anuales, y si no se cumplen deben abandonar el puesto? Es muy fácil hacer demagogia. Y especialmente para exigir a unos, “la izquierda radical”, lo que no se le exige a la derecha montaraz ni a la izquierda desteñida.

Evaristo Torres Olivas




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