“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

lunes, 9 de marzo de 2015

Democracia ma non troppo

Una de las críticas, que no la única, que se hace a los partidos tradicionales, esos que están tan desprestigiados y que nos han llevado a la ruina caracolera en que nos encontramos, es que no practican la democracia interna. Las cúpulas, el aparato, cocinan las listas a su antojo. Los de arriba deciden quién va en la lista y en qué orden. Y la propaganda oficial de los partidos  nos cuenta que la lista fabricada por la cúpula obtiene el respaldo de la militancia en un porcentaje que raramente desciende del 80 por ciento (no es vulgarismo sino bulgarismo). Lo llaman democracia y no lo es, que rezaba uno de los eslóganes del 15M.  Las listas cerradas y bloqueadas son el mejor invento para fomentar el clientelismo, para que los incluidos en la lista no se comprometan con los electores sino con los mangoneadores—o mangantes—que los han colocado ahí. Y para tapar su vergüenza, argumentan que las listas abiertas abren la puerta a los incontrolados e incontrolables y a la corrupción. ¡Con dos cojones! Basta echar un vistazo a las ristras de chorizos  egresados de las listas cerradas y bloqueadas y de las madrasas de los partidos actuales, para deducir que  no merece la pena perder el tiempo en  rebatir la falacia de tales afirmaciones.

Pero lo que más me jode es que  ahora que incluso algunos de  los partidos que más han practicado la dedocracia en sus listas—el PSOE por ejemplo— prometen las listas abiertas, personas que se han apuntado a la alternativa de los Ganemos, unidades de la izquierda y otras opciones que aspiran a poner un poco de decencia en el panorama político, defiendan el cerrojazo en las listas, con los mismos argumentos que los políticos de la casta política de toda la vida. Cuando digo esto, no hablo en abstracto: la semana pasada se celebró en Teruel una asamblea de una de esas alternativas, y una de las propuestas para confeccionar las listas fue la de candidaturas cerradas y bloqueadas (para disimular un poco, ofrecían listas abiertas a partir del candidato  número once, es decir, de los que tienen tantas posibilidades de salir como que al senador Blasco le concedan el Nobel). Y no sé por qué todavía hay gente que le tiene miedo a la gente. Se les llena la boca con pueblo, trabajadores, ciudadanos, pero a la hora de la verdad quieren todo para el pueblo pero sin la participación del pueblo, o mejor dicho, con una participación controlada, dirigida, sesgada, manipulada, mangoneada, tergiversada, cocinada, horneada y microondeada, si se me permite el neologismo. Cuando a la democracia y a la participación  se le ponen adjetivos, no es ni democracia ni participación ni . Como la libertad vigilada, el cuero sintético o el oro alemán. 

Evaristo Torres Olivas
Orden, como Dios manda
 

1 comentario:

Anónimo dijo...

La gente de izquierdas y la gente de derechas tienen muchas cosas en común, una de ellas es, precisamente, que son gente, que son personas. Y el poder siempre corrompe a la gente, corrompe a las personas.

Si revisamos la Historia, lo poco o mucho que recordemos de ella, no encontramos ningún partido de izquierdas de cualquier tipo en ningún lugar (de la derecha para qué hablar...) que, estando en el poder, haya fomentado de manera efectiva y vinculante la toma de decisiones por parte del grueso de la población y su participación integral en los asuntos comunes.

Y es que quien gobierna, manda. Y por activa o por pasiva, quiere poder mandar, y no cede voluntariamente a nada ni a nadie esa potestad. Todo lo más un poco de teatro y unas pinceladas de maquillaje para mejorar su imagen y, de paso, diferenciarse de la malvada derecha autoritaria.

Gobernar, al fin y al cabo, se gobierna contra la gente. A veces contra unas, a veces contra otros y a veces contra todo el mundo. Gobernar es agredir a mucha gente a la vez por múltiples vías. Animo a cualquier persona a, fríamente e intentado dejar a un lado todos los filtros que nos han fijado ante los ojos, que analice los efectos de los gobiernos, de cualquier gobierno en cualquier lugar, sobre la población.

Elegir a quien te gobierna (que ni a eso se llega, aunque digan que sí) no es libertad, sino elegir quien prefieres que reparta las hostias. Pero te caen seguro.
Sin gobierno también te pueden caer muchas hostias (de fuera o de dentro), pero se añade y se abre la posibilidad de que te caigan menos e, incluso, la posibilidad de que, razonablemente hablando, pudiéramos llegar a poder afirmar que no nos cae ninguna.