“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

martes, 13 de mayo de 2014

La clase ociosa

En estos días he leído en los periódicos lo que les cuesta comer en las Cortes  a nuestros diputados autonómicos: seis euros; hace poco eran tres. Sean tres o sean seis, es una vergüenza. En las Cortes de Madrid pasa algo similar, unos precios de ganga para los cubatas y la comida. Que la derecha se calle y se aproveche de estas ventajas es algo que se espera: la derecha siempre ha defendido los privilegios de unos pocos, ellos, y la desigualdad social. Practica la rapiña, la evasión de capitales y trapichea con el dinero negro. Por eso, comer y beber bien a precio de ganga les parece algo que se merecen por creerse miembros de la casta superior. Pero que la izquierda se calle como un muerto y no haya hecho nada durante estos años para denunciar esa vergüenza, es algo que cuesta entender. Lo mismo se puede decir de los coches oficiales. La derecha está acostumbrada a tener lacayos, a que los lleven en carroza, a qué les sirvan el té y a qué Bautista les dé un beso y  les apague la luz al acostarse. Es a lo que creen que tienen derecho los de su clase. La izquierda, sin embargo, que dice representar los intereses de los trabajadores, debería adaptar su nivel de vida al de sus representados. Y los trabajadores, desgraciadamente, no comen por tres euros, ni por seis, sino que el menú proletario en los polígonos y en los bares populares cuesta entre  10 y 15 euros. Y los currelas no van al tajo en coche oficial.  Pero tal vez sea que yo soy un ingenuo. O un imbécil. La realidad es que los políticos, los del menú a 3 euros y el coche oficial, tanto de la derecha como de la izquierda, solo se representan a sí mismos, a lo que ellos llaman la clase política. Aunque yo prefiero tomar prestado el término clase ociosa, del economista Thorstein Veblen. La clase ociosa nos tiene que hacer saber que son ricos y poderosos y para ello deben moverse en coches alemanes de alta gama, con chófer y guardaespaldas. Otra de las características de los ociosos es que disponen de mucho tiempo libre, porque no dan palo al agua. Necesitan bares para matar las horas de aburrimiento. Los parlamentos son de los pocos centros de trabajo que disponen de bar. Y el de político debe de ser el único trabajo en  el que se puede tomar alcohol y si se está acodado en la barra en horas de trabajo nadie llama la atención, ni abre expediente, ni sanciona, ni siquiera  descuenta un solo céntimo de la nómina. Un chollo. 

Evaristo Torres Olivas

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, es lo que tiene el cheque en blanco del voto: que los elegidos pueden hacer lo que les dé la real gana. Siempre y cuando no interfiera con los designios de la banca y las multinacionales. Con eso no se juega, con la vida y los destinos de la mayoría de la población del planeta, sí. Según las ideas que directamente se desprenden de nuestro orden social, al que muchos partidos políticos, sindicatos y religiones contribuyen, no sólo es aceptable sino necesario y muy recomendable arruinar la vida de millones de personas, matarlos, dejarlos moir o hundirlos más aún en la miseria con tal que la macroeconomía "cuadre".
Ese es hoy el planeta "de los humanos".

Trallero dijo...

El precio del menú ronda los 13 euros, pero subvencionan directamente el 75%, así que los diputados solo tienen que abonar del orden de tres euros. Esa subvención del 75% se extiende también a los trabajadores de la institución. La diferencia entre unos y otros es que, al final, los diputados ni siquiera tienen que pagar de su bolsillo esos tres euros, porque es costumbre que canjeen unos vales de comida que les aporta cada grupo parlamentario. Y, a la postre, esos tres euros pasan a pagarlos sus partidos, pero también con cargo al dinero que reciben del Parlamento regional como subvención para actividades políticas —el año pasado se repartieron entre PP, PSOE, PAR, CHA e IU más de 3,3 millones de euros de subvenciones a grupos parlamentarios—.

El resultado es que, por ejemplo, si un ordenandza o un administrativo de las Cortes de Aragón se queda a comer el menú del día en el Parlamento regional, paga del orden de tres euros; si fuera diputado, no pagaría nada. Y eso que la diferencia salarial entre uno y otro es considerable.

67 diputados en las Cortes de Aragón, ¿pa' qué tantos?, con la mitad valdría, o no?, total por pretar un botón. Lo que nos ahorraríamos en sueldos, pensiones y dietas; buena parte de los ajustes en educación solucionados.

Anónimo dijo...

¡Tonticos¡¿Y aún votáis?

Anónimo dijo...

La cuestión, ya debatida en muchos foros, no es quitar representantes políticos sino controlar el gasto público y las subvenciones a partidos políticos y hacerles pisar la realidad. Sus sueldos tienen que estar en consonancia con la realidad económica actual. Hay que bajarles los sueldos. Y además la retirada de toda una serie de privilegios que no tenemos el resto de ciudadanos (coches oficiales, pensiones desorbitadas, etc.)