“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

jueves, 27 de febrero de 2014

¡La virgen!

Este país no tiene arreglo. No nos quitamos la caspa de encima ni con Head&Shoulders ni con yema de huevo y manzanilla ni con rasqueta. La caspa y el tufo a sacristía. El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, ha concedido la medalla al mérito policial a Nuestra Señora Santísima del Amor [sic]. Por lo visto, los gerifaltes de la Policía le pidieron al ministro que concediera la medalla, apriétense  los machos, «en favor de la Advocación Mariana Titular de la Real, Excelentísima, Muy Ilustre y Venerable Cofradía de Culto y Procesión de Nuestro Padre Jesús El Rico y María Santísima del Amor». No es la primera vez que el ministro Fernández Díaz, del Opus, le concede medallas a las vírgenes. En 2012 se la dio a la Virgen del Pilar, a petición de la Guardia Civil. Su colega en el Gobierno, Fátima Báñez, dirige su ministerio con los capotes que le echa la Virgen del Rocío.
  Estas gilipolleces están sucediendo ahora mismo, en el siglo XXI, en una supuesta democracia, en un estado aconfesional, y protagonizadas por personas que se supone tienen dos dedos de frente. Es un insulto a los ciudadanos, tanto a los creyentes como a los no creyentes. A los primeros porque se convierte la religión en un circo, en un cachondeo. Ya solo faltaba que a la imagen de la Virgen del Pilar le colocaran un tricornio de la Guardia Civil y a la recién condecorada, la Virgen del Amor, una gorra, una pistola y una porra de la Policía. A los segundos, los no creyentes, no les hace ni puta gracia que unos ministros mezclen sus creencias religiosas con la gestión de los asuntos de Estado.
El ministro, un converso, según cuenta, que encontró a Dios en Las Vegas hace treinta años, nos quiere convertir a todos.  Si él es  del Opus,  va a misa todos los días, reza el rosario, se coloca un cilicio en la pierna y se azota la espalda, es asunto suyo.  Pero que respete a los demás. Si en las iglesias no se hacen mítines políticos ni van los ateos a lanzar sus consignas, ¿por qué Fernández y Báñez utilizan su tribunas políticas para hacer propaganda de sus creencias religiosas? ¡La virgen, qué tropa!

Evaristo Torres Olivas
 

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Esto es un chiste? Lo miraré.

Si no fuera por la difícil connivencia sonaría al cumplimiento de un convenio de colaboración entre el gobierno y la revista El Jueves.

En cuanto a las personas creyentes... bueno, no creo que estén muy disgustadas, la verdad. Al fin y al cabo toda religión no es más que una gran madeja de mentiras y confusión bien presentada: la publicidad y el respaldo ministerial que redundan en ello nunca vienen mal. No se va a arriesgar este hombre a ofender a su querida secta así por las buenas. Seguro que cuenta con su aprobación, tácita o explícita.