Evaristo Torres Olivas
jueves, 23 de enero de 2014
Lo importante y lo accesorio
Las personas damos importancia a unas cosas más que a otras
en función de nuestras experiencias, gustos, lugar de procedencia y otras
consideraciones. Con esto no descubro nada nuevo, pero no deja de sorprenderme
cada vez que me sucede alguna experiencia de ese tipo. Hace unos días, un
conocido me reprochó con dureza que hubiera criticado públicamente a un
concejal de cultura de un pueblo por cometer más de dos docenas de errores
ortográficos y sintácticos en un artículo publicado en una revista local. A mí, que un concejal
de cultura escriba con faltas en una revista subvencionada por el ayuntamiento
me parece algo muy grave. Sin embargo, para la persona que me criticó resultaba
algo sin importancia y añadió que al denunciarlo públicamente yo “había hecho
la risa”, dijo textualmente. Estoy convencido de que fue sincero al decirlo,
que realmente lo pensaba. Y también pienso que su opinión es compartida por una
gran parte de la gente del pueblo. Basta
estar atento a las conversaciones de los bares para enterarse de qué es lo que
realmente tiene importancia. Labrar bien con el tractor es algo muy valorado y
quien hace los surcos torcidos es objeto de severas críticas, al igual que
quien tiene los campos llenos de malas hierbas. También es criticado el albañil que coloca mal una baldosa,
levanta una pared con panza o llena el suelo de pegotes de cemento. El pastor
con ovejas flacas y el ganadero con vacas que producen poca leche serán
despellejados sin misericordia. Sin embargo, que un concejal de cultura escriba torcido, construya frases con panza y
llene las páginas con pegotes de tinta no es visto como un mal concejal y quien
hace el ridículo y produce risa es la persona que se atreve a criticarlo. No sé si esta forma
de pensar se debe al secular desprecio que se tiene en España al trabajo
intelectual—el muera la inteligencia del general manco y tuerto—o si, por el
contrario, obedece a que en los pueblos saber leer y escribir servía de bien
poco: lo que se necesitaba era fuerza y destreza para arar, cavar, segar,
engordar las ovejas y ganarse el jornal trabajando de albañil, soguero o
alpargatero. Con el lapicero o la tiza no se llenaba la andorga. Lo decía el refrán: Pasas
más hambre que un maestro de escuela.
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A samugazos
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10 comentarios:
Lo cierto es que la cultura, en un sentido muy general, es algo cada vez más minoritario, y como minoría que es puede ser vapuleada, despreciada y ninguneada por cualquier individuo perteniente a la mayoría... que, mirando a su alrededor, se siente tranquilo y arropado al ver como su conducta y actitud se asemejan a la del común de los mortales.
Cultivarse como persona da igual, lo importante es no destacar... y el partido del sábado, que la liga está calentita.
Esta es la cosecha del poder para ganar casi todas las elecciones y poder imponer fácilmente cualquier atropello, majadería, etc... por enorme que sea.
¿Ejemplos prácticos? A millones.
Muy buen artículo, Evaristo. Lástima que el concejal de marras y su escoliasta se pierdan ya en la segunda línea.
QUIEN TE HIZO SEMEJANTE REPROCHE NO MERECE MÁS QUE EL ABSOLUTO DESPRECIO. ASÍ NOS VA.
En un pueblo pequeño es difícil encontrar jente que escriva sin faltas de hortografia.
Bes..., en la unibersidad es otra cosa.
¡Mucho maestrico veo en estos comentarios!
Me parece una simpleza relacionar la ortografía con la cultura. La cultura, amigos, es otra cosa.
Creo que las reglas que alguien se inventa (generalmente un señor pedante con levita y pajarita que anida en el café Gijón y nunca paga las consumiciones) para grafiar unos símbolos, tienen muy poca importancia.
¿Alguien no entiende esto?:
"Por culpa de cuatro ijoputas los niños suvsajarianos se mueren de ambre.
Pues eso..., le hagamos más caso a la chicha y menos a los adornos.
¿Cómo se accede al relato corto de Ana Torres?
Se accede haciendo clic sobre la imagen.
Echo de menos el comentario de algún concejal. Bueno, seguramente Magister Peo es uno. De urbanismo, seguro.
Evaristo, la cultura es lo que hacemos todos los días mientras nos relacionamos entre humanos y grupos de humanos. No estoy de acuerdo en el sentido de que los únicos que practican cultura son los cultos, ni una definición elitista de la cultura relacionada con la formación reglada.
Yo envidio a por ejemplo, muchos campesinos "incultos" y analfabetos de los años 30 que tomaron tierras, que se organizaban para subir los jornales o repartir el trabajo, que se reunían después del trabajo para que les leyeran La Soli o el periódico CNT, que practicaban su cultura donde el sentido de la dignidad y la solidaridad era un eje fundamental. Nada que ver con la mayoría de jóvenes cultos de ahora, con carrera y masters por doquier.
Yo creo que la generación más preparada de la historia de estas tierras no es la de ahora, la generación más preparada está en los Pozos de Caudé y en las cunetas y tapias de cada pueblo.
No puedo acceder al relato de Ana Torres. Pincho en la imagen y me sale Not Found. Error 404
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