En las organizaciones mafiosas, los malos son malos de
cojones. Roban, tienen contabilidades B,
crean falsas pruebas o destruyen las verdaderas. Pero por eso se dice
que están fuera de la ley. En las dictaduras, los dictadores también roban, llevan
contabilidades B, crean falsas pruebas o
destruyen las verdaderas. Pero por eso se dice que las dictaduras no
constituyen un Estado de derecho. Las democracias, bajo el imperio de la ley,
persiguen a los mafiosos y a los dictadores para que no se robe, no se lleven
contabilidades B, no se creen falsas pruebas y no se destruyan las verdaderas.
En una democracia, dos pilares fundamentales son los partidos políticos y los
sindicatos. Los partidos defienden y canalizan la pluralidad de intereses,
valores y principios existentes en la sociedad. Los sindicatos velan por los
intereses de los trabajadores frente al empleador. Pero ¿qué pasa cuando una
democracia no funciona correctamente, cuando el imperio de la ley se los pasan
los “demócratas” por la entrepierna? Sucede que los partidos roban, tienen
contabilidades B, crean falsas pruebas o destruyen las verdaderas. ¿Y los
sindicatos? Roban, tienen contabilidades
B, crean falsas pruebas o destruyen las verdaderas. Es decir, que la democracia
se deteriora tanto que los partidos y
los sindicatos se comportan igual que las organizaciones mafiosas y las
dictaduras. No sé a ustedes, pero a mí que tanto en el PP como en la UGT se borren,
supuestamente, los discos duros de los
ordenadores para destruir pruebas, o que se insinúe la existencia de
contabilidades B, no son meras coincidencias, sino la prueba de que cuando el
Estado de derecho se deteriora, las organizaciones tienden a igualarse tanto
que partido, sindicato y mafia se confunden. El imperio de la ley se convierte
en ley de la selva o en la ciudad sin ley. Y en ausencia de ley, los malos son
malos de cojones. Roban, tienen contabilidades B, crean falsas pruebas o
destruyen las verdaderas.
Evaristo Torres Olivas
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