“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

viernes, 28 de junio de 2013

Mal sabor de boca

Hay gente a la que no le basta con ser admirador de un cantante, una escritora o un actor. Quiere además tener cosas que pertenecieron a su ídolo: unos calzoncillos, una pluma, un reloj o un cepillo de dientes usado. Las casas de subastas se forran con estos forofos. Aunque yo no tenga esa afición, puedo entender a quienes sienten la necesidad de poseer algo de alguien a quien admiran y que ha destacado en alguna actividad académica, artística o deportiva. Me cuesta más  comprender a quien persigue coleccionar objetos que pertenecen o pertenecieron a gente insignificante o incluso despreciable. Seguro que hay personas que pagarían una pasta por un pelo del bigote de Aznar o de la ceja de ZP. Para no ser menos que el marqués de Legunieche, el personaje de la película de Berlanga, La escopeta nacional, que coleccionaba pelos de pubis.  Estos días, es noticia la subasta de varias prendas de vestir de la ex becaria de la Casa Blanca, Mónica Lewinsky, la que seguramente vota a los republicanos porque los demócratas como Bill Clinton le dejaron un mal sabor de boca.  Y seguro que habrá gente que aflojará la pasta para quedarse con un camisón o una chaqueta que perteneció a doña Mónica. Según cuentan los periódicos, quien ha puesto en venta esa ropa es la exmujer de quien era amante de Lewinsky cuando ésta estaba en la Casa Blanca. Por lo visto, entre esa ropa que ahora se subasta no se encuentra el famoso vestido azul con restos de semen de Clinton. Seguramente,  se guardará para otra ocasión, para cuando el expresidente estire la pata y ese vestido multiplique su valor. Así de imbéciles somos los humanos. Pero eso no pasa solamente con el vestido de una becaria sin ningún talento especial sino que son muchos los escritores, pintores o músicos que en vida no tuvieron ningún éxito y cuando se fueron al otro barrio, sus obras adquirieron una importancia y una cotización que en vida nadie les reconoció.

Evaristo Torres Olivas

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