Evaristo Torres Olivas
lunes, 20 de mayo de 2013
Marcar el territorio
Al menos una vez al año,
paso unos días en la Residencia, también conocida como Hospital Obispo
Polanco (a ver si construyen de una vez el nuevo hospital y le ponen otro
nombre que me produzca menos aversión). Unas veces acudo como enfermo y otras,
como en estos días, como acompañante de un familiar. Las largas horas
de aburrimiento dan para analizar la representación de la sociedad a pequeña
escala en que consiste un hospital. Si en los cuarteles el estatus se muestra
con galones, estrellas y gorras, en los hospitales se representa con los
bolígrafos, la ropa y el estetoscopio.
Cuantos más bolígrafos lleva una persona en el bolsillo superior de la bata,
mayor es su rango en el escalafón. Un jefe de departamento puede llevar
hasta ocho bolígrafos; los médicos, cinco o seis. Tres o cuatro, enfermeras y
enfermeros; ninguno la clase auxiliar de enfermería, la tropa de zafarrancho y
los celadores. Con la excepción de los
médicos, todos llevan el uniforme blanco impoluto. La oficialía médica viste
bata blanca, generalmente desabrochada, y debajo, ropa de paisano, abundando
los vaqueros y las camisas y camisetas informales. Y el estetoscopio (las
gomas, como lo llama la mujer del compañero de habitación de mi familiar) colgado al cuello para comunicarnos que
pertenecen a la parte alta de pirámide de la jerarquía hospitalaria. Cumple la
misma función que las gruesas cadenas de oro que lucían los chulos de playa, el
BMW de los ejecutivos agresivos y los concejales de pueblos grandes, medianos y
pequeños, los cocodrilos de Lacoste de los pijos y la meada del perro en el
tronco del árbol, para marcar el territorio y dejar claro al resto de miembros
de la especie quién es el jefe. También se puede reconocer a los médicos porque
son quienes se reúnen en los pasillos con los representantes trajeados de los
laboratorios que les muestran catálogos y les hablan de las maravillas de los
medicamentos que venden. No es un espectáculo agradable observar que los
pasillos de un hospital se convierten en un mercadillo de venta ambulante e
incluso, en algunos casos, parecen
camellos vendiendo su mercancía a los enganchados a algún tipo de droga
dura.
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A samugazos
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2 comentarios:
Evaristo: observa que van a desayunar a la cafeteria con el estetoscopio. Es como si el mecánico fuera a desayunar con la llave inglesa.El que de servilleta llega a mantel, dios me libre de él.
Si cierto, en la cafetería a los médicos se les reconoce porque son esas personas que desayunan o comen con el estetoscopio colgado al cuello o, los más discretos, en el bolsillo. No tardaremos mucho en ver a los cirujanos cortarse el bistec con un bisturí.
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