“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

jueves, 14 de febrero de 2013

El país de la trampa total (y 6, de momento)

Con tanta corrupción, tanto chorizo y tanto mangante, en la prensa han aparecido muchas voces que han dado su opinión sobre cómo acabar con la corrupción. Las propuestas son muchas. Aquí se las resumo y también aporto alguna de mi cosecha. Empecemos por esta última. Más que acabar con la corrupción, yo sugiero extenderla. Si choriza el fontanero, el de la Fundación Ideas, el presidente del Consejo General del Poder Judicial, el yerno del rey, Bárcenas, etc., resulta que son los ciudadanos honrados los únicos que pagan y no se llevan nada. Mi propuesta es que choricemos todos. Robar a un ladrón tiene cien años de perdón. Eso dicen. Si todos robamos a todos, la balanza se equilibra. Yo robo porque me roban. Y gilipollas el último. Otra posibilidad consiste en ofrecer recompensas, como en el Oeste. Quien descubra a los mangantes, y los lleve ante el sheriff,  recibirá un porcentaje de la suma robada, exenta de impuestos como las loterías hasta hace unos meses. No pondremos carteles de se busca vivo o muerto porque algo hemos avanzado desde los tiempos del salvaje Oeste. Sin embargo no estaría mal que a los convictos por choriceo se les exhibiera en la plaza pública para que los ciudadanos les pudiéramos decir cuatro cosas o incluso tirarles una moneda a la cara. Este es el sistema que el profesor Víctor Lapuente denomina el modelo John Wayne. Es todo lo contrario, apunta el profesor, de lo que ha hecho el Gobierno con su amnistía fiscal que premia  no a los cazarrecompensas sino a los forajidos. Es decir, que no ganan los buenos sino los malos. La tercera propuesta no consistiría en modificar códigos ni en aprobar más leyes, que ya tenemos suficientes. Consistiría simplemente en hacer cumplir las existentes, en que los jueces fueran realmente independientes, en que la administración de justicia fuera más rápida, en que los expedientes de los poderosos no durmieran en los cajones hasta que sus delitos prescriban y en que los rajoys y zapateros de turno no fueran tan generosos en indultar a banqueros, empresarios y otros sinvergüenzas. Y quizás la medida más eficaz de todas sería que en todas las escuelas, de niños, de adultos, de negocios, de música, de escritores, de diseño, de moda, de formación profesional, de astronomía, de gastronomía y de artes marciales, se enseñara que a los chorizos no se les vota y que su lugar de residencia debe estar entre las rejas de la prisión. 

Evaristo Torres Olivas
                                                                                                                                                                                                                                                                        

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