Con tanta corrupción, tanto chorizo y tanto mangante, en la
prensa han aparecido muchas voces que han dado su opinión sobre cómo acabar con
la corrupción. Las propuestas son muchas. Aquí se las resumo y también aporto
alguna de mi cosecha. Empecemos por esta última. Más que acabar con la
corrupción, yo sugiero extenderla. Si choriza el fontanero, el de la Fundación
Ideas, el presidente del Consejo General del Poder Judicial, el yerno del rey,
Bárcenas, etc., resulta que son los ciudadanos honrados los únicos que pagan y
no se llevan nada. Mi propuesta es que choricemos todos. Robar a un ladrón
tiene cien años de perdón. Eso dicen. Si todos robamos a todos, la balanza se
equilibra. Yo robo porque me roban. Y gilipollas el último. Otra posibilidad
consiste en ofrecer recompensas, como en el Oeste. Quien descubra a los
mangantes, y los lleve ante el sheriff,
recibirá un porcentaje de la suma robada, exenta de impuestos como las
loterías hasta hace unos meses. No pondremos carteles de se busca vivo o muerto
porque algo hemos avanzado desde los tiempos del salvaje Oeste. Sin embargo no
estaría mal que a los convictos por choriceo se les exhibiera en la plaza pública
para que los ciudadanos les pudiéramos decir cuatro cosas o incluso tirarles
una moneda a la cara. Este es el sistema que el profesor Víctor Lapuente
denomina el modelo John Wayne. Es todo lo contrario, apunta el profesor, de lo
que ha hecho el Gobierno con su amnistía fiscal que premia no a los cazarrecompensas sino a los
forajidos. Es decir, que no ganan los buenos sino los malos. La tercera
propuesta no consistiría en modificar códigos ni en aprobar más leyes, que ya
tenemos suficientes. Consistiría simplemente en hacer cumplir las existentes,
en que los jueces fueran realmente independientes, en que la administración de
justicia fuera más rápida, en que los expedientes de los poderosos no durmieran
en los cajones hasta que sus delitos prescriban y en que los rajoys y zapateros
de turno no fueran tan generosos en indultar a banqueros, empresarios y otros
sinvergüenzas. Y quizás la medida más eficaz de todas sería que en todas las
escuelas, de niños, de adultos, de negocios, de música, de escritores, de
diseño, de moda, de formación profesional, de astronomía, de gastronomía y de
artes marciales, se enseñara que a los chorizos no se les vota y que su lugar
de residencia debe estar entre las rejas de la prisión.
Evaristo Torres Olivas
jueves, 14 de febrero de 2013
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario