Evaristo Torres Olivas
jueves, 18 de octubre de 2012
Salarios(II)
Hoy toca hablar de los
los burócratas de los partidos y de sus salarios. No es necesario leer a
Max Weber ni a otros sesudos sociólogos para identificarlos. En los sitios
pequeños como Teruel, donde sabemos todos quiénes somos y de dónde venimos, se
les conoce bien. Son aquellos
funcionarios de las escalas bajas o medias (los Guillén, Mayte Pérez,
Larred, etc.) o ni siquiera eso, sino gente sin oficio, con apenas formación,
con poca experiencia fuera de la política (Manuel Blasco, Carmen Pobo) que se
meten en los partidos, se incrustan en su estructura y no se van ni con
rasqueta y estropajo. Destacan por su astucia para controlar los aparatos del
partido porque de ello depende su futuro. Se ponen los primeros en las listas
para ser diputados, senadores y otros puestos que les reportan un salario muy
superior al que tendrían fuera de la política (Guillén tendría que conformarse con un salario de
secretario del ayuntamiento de Celadas y Pobo con no se sabe qué, a lo mejor de
auxiliar en alguna guardería). Estos personajes, tan hábiles para el mangoneo
interno como inútiles para todo lo
demás. Por varios motivos: el primero porque no saben: Mayte Pérez, Guillén,
Larred, Arrufat, Blasco, Pobo se limitan a repetir lo que les cuentan desde
Zaragoza o Madrid. Si manda Zapatero, son de Zapatero, si Rubalcaba, ese
candidato retorcidamente genial, como lo llama el periodista Gregorio Morán,
son rubalcabistas. Lo mismo con los candidatos del PP. Porque saben que
enzarzarse en discusiones puede hacer peligrar su situación. Son siempre del
que gana, porque fuera del partido hace mucho frio. Estos políticos, que hacen
de la política un medio de vida y que no aportan nada, porque no saben, son
totalmente prescindibles. Si uno se molesta en observar su comportamiento y sus
actuaciones, se dará cuenta de que nunca son los primeros en emitir una opinión
sobre cualquier asunto: esperan a que hablen en Madrid o en Zaragoza, y días
después repiten, a su manera—y siempre peor que el original—lo que han escuchado. Oír hablar de economía o de presupuestos a Carmen Pobo o
a Vicente Guillén es un espectáculo dantesco (utilizo ese adjetivo porque
Vicente Guillén, en el Diario de Teruel, calificaba de kafkiana la actitud del
PP). Ladran ante los competidores pero son sumisos corderitos con sus
jefes. En conclusión: el dinero público
gastado en pagarles el salario a los burócratas de los partidos es un dinero
derrochado. Un despilfarro.
Etiquetas:
A samugazos
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Me gusta lo que dices en el Salarios I, y en este II. Plasmas la realidad tal cual es. ¡Qué casta y que chusma!.
Todo necesita ser reformado o más bien cambiado. ¿Quién lo podrá hacer?
ARB
Publicar un comentario