Evaristo Torres Olivas
miércoles, 6 de junio de 2012
Las cuatro estrellas
Inauguran un hotel de cuatro estrellas en Alcañiz y se monta un fiestorro con 300 invitados. En principio, nada raro ni sospechoso. Pero miremos a través de la lupa para observar con más detalle. Cuenta la crónica del Heraldo de Aragón del jueves 31 de mayo que “el acto contó con la presencia de numerosos representantes de todos los sectores de la sociedad aragonesa. Políticos, empresarios, militares, hoteleros y vecinos de Alcañiz”. Omite a los curas en esa enumeración, aunque sí menciona que “el arzobispo de Zaragoza, Manuel Ureña, junto al párroco de Alcañiz, Jesús Jaime, fue el encargado de bendecir el renovado establecimiento hotelero”. ¿Qué pintan en una inauguración de un establecimiento privado los políticos, los curas y los militares? Nada. Pero sin embargo allí estaba el general Gan, en representación de la milicia; y en representación de la otra milicia, la de Cristo, el arzobispo. Políticos había a capazos o a espuertas. Desde Luisa Fernanda, capitana generala de la tropa aragonesa, a los concejales de los pueblos vecinos. ¿Es necesario tanto despliegue de políticos, curas y militares, con sus coches oficiales y con su chóferes oficiales, todos pagados por el Estado? No. ¿Y por qué lo hacen? Pues porque en este país somos así. A los curas, a los militares y a los políticos siempre les ha gustado ir de gorra a todas partes, ya sea porque los invitan, ya porque pagan con la Visa Oro a cargo del erario. Y ni siquiera eso, porque queda poco elegante que un político pague; suelen llevar siempre a un machaca a su lado (también llamado secretario o persona de confianza) que se encarga de esas pequeñeces, además de reírse con los chistes malos de su señorito o señorita. El ritual suele ser siempre el mismo: dedican diez minutos a pronunciar los mismos discursos de siempre, a cortar la cinta y a decir que queda inaugurado este pantano, para después ponerse hasta las cejas de comer y de beber. Por ese motivo necesitan un coche oficial con chófer oficial: porque después de un opíparo banquete, necesitan echarse una cabezada y porque son muy responsables y saben que con el vino bueno de reserva circulando por la sangre no se debe conducir.
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A estacazo limpio
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