“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

miércoles, 25 de abril de 2012

Los elefantes no olvidan

Ahora que ya han pasado unos días y se ha dicho de todo de las travesuras del rey Juan Carlos, ese cazador de dumbos, yoguis y cualquier otro bicho que le pongan a tiro, voy a dar mi opinión. La opinión de una persona a la que no le gustan las monarquías. Si no  llega a tener el accidente, el monarca deja sin actores a las pelis de El Rey León. Se los cepilla a todos, incluidos Timón y Pumba. Reconozco que me ha hecho gracia ver la cara del cazador de elefantes cuando ha pronunciado sus once palabras: "Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir".  Son las palabras de un niño travieso al que han pillado haciendo fechorías. No son muy diferentes a las que debió de pronunciar su nieto Froilán cuando se pegó un tiro en el pie.  La diferencia es que el chaval tiene 13 años y el abuelo tiene 74 tacos. Y además, según relata la prensa, esas palabras no son de su cosecha sino que “la Casa del Rey se puso a trabajar para ver cómo trasladar el mensaje de disculpa”.  Dos días de trabajo para once palabras y, sobre todo, para encontrar el tono. Y ha salido bien el videoclip con su  eslogan y todo. Y es que no hay mucha diferencia entre vender yogures o jabones y vender borbones. La disculpa del rey se parece al estribillo de la canción de Sandro Giacobbe, El jardín prohibido: Lo siento mucho y no lo volveré a hacer más. Y es que lo que más nos llega son las canciones simplonas, los estribillos facilones y la candidez de los niños. Nos tocan la fibra sensible. Pero todos sabemos que la publicidad miente: ni la Coca Cola nos trae la  felicidad ni por echarnos un chorretón de Jacq’s o de L´air du Temps se nos acerca la moza pechugona o el mozo con vientre de tableta de chocolate. Los niños también mienten: dicen que no lo volverán a hacer más y a la vuelta de la esquina nos la vuelven a pegar. Las promesas que hacen en Navidad duran hasta el seis de enero que vienen los Reyes. Pero nuestro Rey ya sabe desde niño que los Reyes son los padres y que los juguetes se los traían cualquier día del año. A un niño se le perdona todo porque está en periodo de formación y maduración. ¿Se puede perdonar  a un jefe de estado que si no llega a ser por el accidente no nos enteramos de que estaba cazando dumbos en Botsuana? ¿Cuántos dumbos y yoguis habrá matado sin que nos hayamos enterado? Dicen que los elefantes no olvidan.
Evaristo Torres Olivas

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