La Iglesia, la nuestra, la católica, apostólica y romana, la única verdadera, tiene cosas que son para mear y no echar gota. El Vaticano acaba de inventarse un nuevo cuento chino en forma de documento que ha titulado Teología hoy: perspectivas, principios y criterios. Los inquisidores vienen a declarar que los teólogos deben someterse a los obispos y dejar de decir chorradas y apuntarse a movimientos raros como la teología de la liberación y otros inventos. Y es que en todo el mundo le están saliendo teólogos y curas díscolos. Aquí tenemos unos cuantos: Tamayo, Forcano, Villar, Arregi y otros. Y el Papa, que debe de estar hasta los mismísimos de que le quieran desmontar el chiringuito, ha decidido cortar por lo sano. Que para eso ha sido profesor de teología e inquisidor durante muchos años, antes de ser capitán general de la Iglesia, y sabe de qué va el asunto. Esto de la Iglesia funciona así: artículo primero: el obispo siempre tiene razón. Artículo segundo: si no la tiene se aplica el artículo primero. Y ajo y agua. Antes decían que la Teología era una ciencia. Ahora ya no. Hoy, igual que siempre, la única ciencia es la que les sale de las pelotas a los obispos. En las competiciones y torneos de la Iglesia, si hay que cambiar el reglamento a mitad del partido, se cambia. Si hay que silenciar a alguien se le silencia. Ya se le pedirá perdón unos cuantos siglos después, como se hizo con Galileo. Además, la Iglesia, cuando se cepilla a alguien, lo hace con una palabra muy fea: execrar. En las organizaciones gobernadas por déspotas, y la Iglesia es una de ellas, o te sometes a lo que te ordena il capo dei capi y sus consiglieri más cercanos, o ya te puedes dar por jodido. Pero no todo ha de ser malo. En estos momentos de crisis y paro, la Iglesia es de las pocas instituciones que crea puestos de trabajo. De los buenos, de los de para siempre. Para toda la eternidad. Como hay mucho paro se han lanzado a reclutar en las redes sociales. “No os prometo grandes lujos pero sí riqueza eterna. No os prometo seguridades humanas pero sí la certeza de que has sido elegido”. Un consejo les doy a los que se apunten: que no se les ocurra contrariar al obispo. Se exponen a la execración. Una palabra muy fea.
Evaristo Torres Olivas
©Ramon Massats
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