“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

jueves, 1 de diciembre de 2011

Y pensar que....

La semana pasada, un lector escribió un comentario (ver entrada del día 23 de noviembre) en el que me ponía de vuelta y media, por decirlo de manera suave. Cuando uno escribe y opina, se arriesga a recibir comentarios de ese tipo. Estas líneas, en consecuencia, no son para quejarme. Acepto las reglas de juego. Lo que pretendo contarles es mi reflexión tras leer un lamento del  lector en ese comentario: “Y pensar que las veces que he estado hablando contigo casi me habías parecido normal”. La frasecita tiene su miga. Antes de decepcionarle, tampoco era santo de su devoción ya que no le parecía normal del todo, sino casi normal; vamos, que algo raro veía esa persona en mí, algo intuía; tal vez que me faltaba un agua, un hervor, una rosca o un tornillo. Un no sé qué que finalmente afloró. Y pensar que, dice, como el que descubre por el telediario que su vecino es un matón de la  mafia y piensa en las veces que han coincidido en el ascensor sin que sospechara  nada. Un escalofrío recorre su columna, desde el  sur del cogote hasta el norte del culo. A mí, lo que me fastidia de todo esto es que el autor de este comentario,  un valiente o una gallarda  que dice algo ofensivo  sin identificarse,  afirma haber hablado conmigo más de una vez. Ahora me veré obligado a sospechar de la gente con la que hablo. Intentaré leer en sus ojos si me ven normal o solamente  casi normal. Me fijaré si en mi presencia les tiembla el labio, las piernas o  las manos o si les entra el baile de san Vito. Se va a convertir en un sinvivir, en sospechar de todos y a todas horas. Por no saber, ni siquiera sé si es hombre o mujer, de Villarquemado o de Alfambra, de Cella o de Albalate, del PSOE o del Opus. Incluso podría ser un familiar o un vecino de barra de bar o de excursión  en bicicleta. O el panadero, la librera, el mecánico, la dentista, el de la farmacia y la que me lee las manos. El pesado de Movistar que me llama casi todos los días para chulearme. El repartidor de butano. Una exnovia. Las “testigas” de Jehová que a primeras horas de las mañanas de algunos domingos me dan la tabarra con su Atalaya y su ¡Despertad! Todos son sospechosos. Menos mis hijas y mi amigo Ángel. O ni siquiera ellos.

Evaristo Torres Olivas
No sé qué exactamente pero  este tío tiene algo raro en la mirada, aunque parezca casi normal

6 comentarios:

simplicius dijo...

Evaristo, tampoco te alarmes por eso...según lo que se entienda por "normal" es mejor no serlo mucho.
El anónimo que te acusa de ser "casi normal" se referirá a la normalidad como a la aceptación de las cosas sin rechistar, a acatar el pensamiento unico, a hacerle la ola al señorito y al poderoso. Al servilismo de pensamiento. "El señor me lo dio, el señor me lo quitó, bendito sea el nombre del señor" " A mandar, que pa eso estamos"
PUES NO...no estamos para eso, y si la normalidad es no pensar como la mayoría... Habemus algunos "anormales"...todavía

Evaristo, lo insultante es que según quien, te considere normal.
"Las alabanzas de los necios son el peor insulto a la inteligencia de los sabios" dijo mortadelo.

Anónimo dijo...

De acuerdo contigo Simplicius.Yo no soy ni quiero ser normal.

adrian dijo...

Hola Evstisto tengo que decirte que yo tampoco soy muy normal. Te agradezco mucho esta columna y te doy las gracias, has hecho que me sienta bien, siendo simplemente un lector ocasional de tu columna, hoy me siento importante por tu dedicatoria. Me ha parecido notar que has cambiado. Creo que tu vales para escribir mucho, lo haces muy bien pero la sensación que a mi me transmitías era de estar encerrado en un circulo dando vueltas y vueltas alredor del señor Arrufat, cuando pienso que ni el mismo sabe lo importante que es para tí.
El odio solo afecta al emisor de él y no al supuesto receptor.
No se si consegui tocarte alguna fibra, pero si es así me alegro, la gente que te contesta casi siempre te da la razon, para mi no es positivo para tí.
un saludo se feliz

Anónimo dijo...

La gente lleva fatal lo de la crítica a la autoridad con nombre y apellidos, lo digo por el comentario sobre lo mala que es tu obsesión por Arrufat. Dicen que no te obsesiones con él, que "el odio es malo" y cosas así.
Será que es mejor callarse las situaciones injustas, que criticar y protestar es de amargados...
Algunos dan la tabarra con temas menos interesantes ( al fin y al cabo, Arrufat y los suyos/as dan juego por lo zoquetes que son!).

Puede que nos hables mucho del señor en cuestión, pero hay que entender que cada uno/a tiene sus temas favoritos, que cada loco va a su tema... y tú, en mi opinión, escribes de muchas cosas,bien escritas y con sentido humor, así que no comparto la opinión de estos bienintencionados - pelín paternalistas que te dicen que el rencor es malo: tragárselo es peor, y menos divertido!

Anónimo dijo...

Me llamó la atención el cometario al que te refieres del otro día. El estilo de escritura nos delata. Vamos a jugar a las adivinanzas, para que restinjas tu "grupo de sostechosos/as", ja,ja

Diría que es el texto de una mujer, con un poco de miedo a la soledad, algo infantil, ingenua,pelín pedante y con dotes de adivina. Alguien da el perfil?

Saludos,

Anónimo dijo...

Me apunto a los no normales.
Hay gente que te espeta "eso que dices no es normal", como si te encontraras enfermo o fueras "peligroso".
Y es que hay demasiadas personas que toman lo normal -se agarran a ello, más bien- como lo bueno, como su tabla de salvación para una vida apacible.
Pero lo normal, signifique lo que signifique en cada contexto, per sé, por el mero hecho de serlo, no vale nada en un sentido u otro. Es más, tiende a estancarse, lo que impide el progreso.