Evaristo Torres Olivas
viernes, 7 de octubre de 2011
Sacarnos los ojos
Con ejemplos y comparaciones se entienden mejor las cosas. Si nos dicen que el fuego ha arrasado el equivalente a 525 campos de fútbol, lo entendemos mejor que si nos lo cuentan en hectáreas. También si afirmamos que alguien gasta más que Juan Aguirre, componente de Amaral, en gorros, nos podemos hacer una idea de que se trata de una cantidad elevada. Los lectores de este blog saben que si digo de alguien que censura más que Arrufat en el Diario de Teruel, estoy hablando de una magnitud muy importante. Voy a intentar explicarles cómo funciona la sociedad de consumo y de derroche con un ejemplo personal. Hace un par de meses acudí a tres ópticas de la capital para que me arreglasen las gafas: un cristal se movía y además de resultar incómodo, temía que en cualquier momento se soltara del todo y me quedara “manco” de la vista. En las tres ópticas me dijeron lo mismo: que no se podía arreglar y que la única solución consistía en comprar unas gafas nuevas. Me lo pensé durante unos días porque unas gafas nuevas cuestan un huevo, pero al final acudí a una de las tres ópticas que previamente había visitado. Acudí a aquella que en su publicidad anunciaba que si te hacías unas gafas, te regalaban otras por un euro más. Mentira podrida. La publicidad decía que por un euro más, pero la letra pequeña precisaba que era A PARTIR de un euro más y las segundas gafas me costaron otro huevo. Pero ahí no acaba la cosa. El óptico, una vez que sacó la calculadora y me sopló un pastón por los anteojos , se ofreció para arreglarme gratuitamente las que llevaba puestas, las del cristal que se movía y que unas semanas antes no tenían solución. Ahora tengo tres pares de gafas. Dos que apenas uso y otro, las que no se podían arreglar, perfectamente reparadas con un sencillo tornillo y que seguramente me durarán unos cuantos años todavía. Así funciona la sociedad del derroche. Se rompe una tecla del ordenador y en la tienda te recomiendan que te compres un ordenador nuevo. Lo que cuenta es facturar y aumentar las ventas. El vendedor de ordenadores y el óptico trabajan a comisión y con lo que se llevarían por vender una tecla de ordenador o el tornillo de unas gafas no tienen ni para la pegatina de la mochila de su hijo; así que cuando les llega un cliente, lo que tratan no es de atender sus necesidades o prestarles un servicio sino endiñarles aquello que más comisión les deja. Si solamente lo hiciera uno, nada pasaría, pero cuando en una sociedad ese es el modelo que triunfa, nos encontramos con un sistema en el que el derroche y el despilfarro son la norma y no la excepción.
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A estacazo limpio
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3 comentarios:
Totalmente de acuerdo con tu entrada. La forma de actuar de las ópticas es similar a la de otros negocios parasanitarios: (dentistas,farmaceúticos),talleres de reparación de vehículos,muebles y artículos del hogar.
Estamos en la sociedad del despilfarro. No me extrañaría que fuese cierto lo del cambio climático. Nos estamos cargando el planeta agotando los recursos naturales para fabricar y fabricar y para que se "enriquezcan" unos cuantos.
Lo grave es que las nuevas generaciones ven esta práctica como algo natural. Como si se hubiese hecho desde siempre y no solo desde los últimos 40 ó 50 años.
Saludos.
Algunas impresoras, y lo sé de buena fuente, están fabricadas y programadas para que duren hasta un determinado nº de impresiones...
Saludos
El término genérico de lo comentado por Luis Antonio es obsolencencia programada. Se puede leer sobre ésta en Wikipedia (Enlace: http://es.wikipedia.org/wiki/Obsolescencia_programada).
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