Les tengo aprecio a los alemanes. Especialmente a los hamburgueses. He vivido y trabajado en esa ciudad y tengo buenos recuerdos. Pero lo mismo que les tengo aprecio en general, siento un enorme desprecio por una hamburguesa, un desprecio tan largo como su título: Hamburgs Gesundheitssenatorin. Se llama Cornelia Prüfer-Storcks. Es la senadora para asuntos de salud de Hamburgo. Socialista del SPD. La que nos ha jodido bien jodidos al culpar a nuestros pepinos de ser portadores de muerte. Los alemanes, por mucha fama que tengan de meticulosos y trabajadores, han demostrado ser tan chapuceros como nosotros cuando lo de la colza. O peor. Porque lo que han hecho es cargarle el mochuelo a otros que ellos consideran inferiores. Más o menos como nosotros, que cuando hay que echarle la culpa a alguien se la echamos a los gitanos o a los moros. La suerte que tienen los alemanes es que mientras ellos tienen la fama de trabajadores y eficientes, nosotros la tenemos de vagos y chapuceros. Yo he trabajado con alemanes y si bien podrían servirnos de ejemplo en algunas cosas, en otras les damos sopas con honda. Si es verdad que un funcionario español puede pasarse una hora en el bar de enfrente en horas de trabajo o en la máquina de café de la oficina, también lo es que el alemán igualmente se tocará los huevos, pero encerrado en su despacho jugando al póquer con el ordenador o hablando de fútbol con el colega de turno. Nosotros, como tenemos fama de gandules, no hacemos nada por ocultarlo, ellos, como la tienen de trabajadores, necesitan guardar las apariencias. Nosotros cuando nos emborrachamos, tenemos que dar el coñazo cantando a las tres de la mañana el Asturias patria querida; a los alemanes, que beben como esponjas, no se les ocurre ponerse a vociferar el Deutschland über alles para dar la tabarra al vecindario. Al final de toda esta historia de los pepinos, no me extrañaría que si no ha colado que seamos culpables los españoles, intentarán endiñarle el marrón a algún turco de Hamburgo. Se inventarán que no se lavaba las manos para preparar los bocatas de kebab. La cuestión es buscar un cabeza de turco o un brazo de gitano. Una judiada.
Evaristo Torres Olivas
No son tan "pitos"(en mi pueblo significa ingenioso, perspicaz, inteligente)como nos quieren hacer creer
3 comentarios:
Las generalizaciones, salvo en contadas ocasiones, tan sólo alimentan estereotipos... y contaminan la percepción de la realidad.
Estoy de acuerdo con el fondo del artículo: la culpa la tienen los moros.
Sí, y los curas y empresarios...
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