“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

miércoles, 16 de febrero de 2011

El poder de la gente

Los ciudadanos tenemos mucho más poder del que creemos. Si fuésemos consumidores responsables y nuestras autoridades no estuvieran al servicio de quien están, de los empresarios y de los banqueros, todo nos iría mejor. Y tendríamos a los poderosos cogidos por los huevos. Si en vez de tanta publicidad y de tanta mierda, en lugar de tanta subvención y tanto diploma a la excelencia empresarial y a los que cumplen la medidas medioambientales (como si cumplir con la obligación fuera algo extraordinario), nuestras autoridades dejaran de ser unas soplapollas y se dedicaran a inspeccionar y a sustituir la propaganda por información, las cosas irían mucho mejor. Si se verifica que la empresa tal contamina descaradamente, en el telediario y en los tablones de anuncios de todos los organismos oficiales debería aparecer que el ministerio de Industria recomienda que se deje de comprar los productos de esa empresa. Igualmente, se pondrían las fotos de los infractores, como se hace con los retratos de los etarras en comisarías, centros oficiales, estaciones y aeropuertos. Si otra empresa tiene el ochenta por ciento de trabajadores temporales y les paga una miseria, lo mismo, y al día siguiente nadie compraría los productos de ese barco esclavista. Que nos enteramos de que el botín de dictadores como Obiang está en el Banco Santander de Botín, pues, inmediatamente, todos a cancelar nuestras cuentas. En cuatro días, tendríamos industrias limpias como una patena, bancos éticos y responsables, empresas que pagan bien a sus trabajadores y reparten los beneficios entre todos. Y no haría falta darles diplomas de excelencia, ni trofeos a la calidad. La mayor recompensa sería la afluencia de consumidores, de clientes que comprarían sus productos. Claro que para eso los ciudadanos también deberíamos huir de las maquilas de los partidos políticos, las que contaminan nuestros cerebros con la mierda que emiten por las chimeneas de Ferraz o Génova. Y dejar de comprar los productos de unos sindicatos que venden nuestros derechos con sus nada cándidos charlatanes y sus “toxos” de demagogia.

Evaristo Torres Olivas

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