La media vuelta

Ayer asistí a la inauguración de la exposición del turolense Juan Zurita en el Museo Provincial. Me gustó la exposición. Juan es un artista de pueblo que pinta las luces de la ciudad. Neones, escaparates y gente anónima. Pintura eléctrica. Color fresa chicle. Bonito el catálogo. A excepción de la contraportada. La puñetera manía que tienen los políticos, o los pelotas que los rodean, de querer ser el ingrediente principal en todas las salsas. Aunque no tengan ni puñetera idea de pintura como en este caso. No les basta con publicar que la exposición la organizan el Museo de Teruel y el Ayuntamiento de Zaragoza, sino que nos castigan con la relación de los políticos de la Diputación de Teruel y del consistorio zaragozano, con Arrufat y Belloch a la cabeza. Más de uno de los que aparecen en esa lista, porque los conozco y los he escuchado en muchas ocasiones, sabe tanto de pintura como mi abuela de cálculo integral. Lo que distingue al político ignaro de las personas normales, es que el ignorante no siente ninguna vergüenza y está convencido de que si aparece en el libro es por méritos propios. En esta exposición, además, me salió espontáneamente algo que a partir de ahora repetiré conscientemente, con premeditación. Porque me produjo y me producirá un enorme gustazo. Habló en primer lugar la directora del museo, presentando al autor, a un responsable de cultura del Ayuntamiento de Zaragoza, a Arrufat y al alcalde de Teruel. Escuché atentamente pero cuando le llegó el turno de hablar a Arrufat, yo que estaba en primera fila, me di media vuelta y me fui. Volví cuando calculé que habría terminado su perorata. Algo que surgió sin pensarlo, me produjo una enorme satisfacción. Fue una manera pacífica y silenciosa de demostrar mi rechazo al político necio que me prohibió escribir en el Diario de Teruel que malpreside. A partir de ahora, a cualquier acto al que asista y esté presente el veterinario de La Cerollera, cada vez que abra la boca,  “yo daré la media vuelta y me iré con el sol cuando muera la tarde”. Como en el bolero. Es un ejercicio que deberíamos practicar los ciudadanos cuando los políticos que niegan la palabra a los demás pretenden que escuchemos la suya.

Evaristo Torres Olivas