“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

sábado, 22 de enero de 2011

Imagen y contenido

La imaginación y el talento al servicio del mal. La inteligencia emocional para jodernos los unos a los otros. La publicidad y el marketing despiertan en nosotros sentimientos positivos para un objetivo perverso: consumir, comprar. Imponer el fetichismo de la mercancía. Centrarse en la imagen del producto e ignorar su contenido. Eso no solamente se hace con los productos como las bebidas, lo potingues, los coches o la ropa. Desgraciadamente, la maldad lo emponzoña todo. La democracia por ejemplo. O la izquierda. Si a Rocío Jurado se le rompió el amor de tanto usarlo, a nosotros se nos está rompiendo la democracia de tanto manosearla y ensuciarla. Lo mismo que los fabricantes de mejunje llaman naranjada a cualquier porquería que solamente contiene un cinco por ciento de extractos de naranja, llamamos democracia a depositar una papeleta en una urna cada cuatro años o izquierda a cualquier cosa que tenga en su envoltorio la palabra socialista u obrero. Y ni la bebida anaranjada es zumo de naranja, ni la democracia consiste solamente en votar, ni tampoco levantar el puño y decir que el abuelo era minero o republicano le convierten a uno en una persona de izquierdas. Para los mercaderes de chismes y de votos no importa que las cosas no sean lo que dicen ser sino que lo parezcan. Como los decorados de los teatros, los poblados del oeste americano en Almería o los trampantojos. Los humanos inventamos los nombres para designar entidades concretas o abstractas. La palabra es un referente. Para designar al macho adulto del ganado vacuno, de cabeza gruesa provista de cuernos, piel dura, pelo corto y cola larga, utilizamos la palabra toro. El toro deber reunir la totalidad de las características descritas para que lo podamos llamar toro. Si llamamos toro a cualquier animal que tenga solamente cola larga o cuernos, no necesitamos las palabras cocodrilo o marido engañado. Y lo que conseguiremos será subvertir el lenguaje, confundirlo todo y engañar al personal. Cuando en un cartel anuncien que José Tomás va a lidiar seis toros en Las Ventas, no sabremos si se va a enfrentar a seis morlacos de Victoriano del Río, media docena de cocodrilos del Nilo o a seis maridos corniveletos, bragados meanos.
Evaristo Torres Olivas

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