“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

martes, 2 de noviembre de 2010

Serie B

La Yolanda Casaus del PP se llama Ana Marín Pérez. O, para que no se ofendan los partidos, la Ana Marín Pérez del PSOE se llama Yolanda Casaus. Cumplen idénticos roles: acoso y derribo del contrario. Sus textos parecen sacados de una misma plantilla en la que solamente se cambian los nombres; donde dice Zapatero se pone Rajoy y en lugar de Rubalcaba, Cospedal. Lo demás es perfectamente intercambiable: las mismas catástrofes, parecidos infiernos, cataclismos similares, si apoyamos a unos o a otros. Siempre el mismo texto en las páginas del Diario de Teruel, análoga cantilena, perorata, sermón, tabarra, monserga, zumbido, “speech”, arenga, latazo. Su discurso es marrullero, sucio, vulgar, chabacano, como el juego de los defensas que, a falta de habilidad, recurren a las patadas y a los puñetazos. Carecen de finura, de ideas, de argumentos. Su único objetivo es crear tensión, encabronar al ciudadano, desinformarlo, atontarlo. Pero la culpa no es suya, sino de los que las aplauden, jalean, animan, alientan y espolean. De los que les mandan que nos pinten un mundo en blanco y negro, dual, la cara y la cruz, buenos y malos. Los malos de Yolanda son los buenos de Ana y al revés. Siempre nos cuentan la misma película de serie B, con un guión conocido, previsible; pobre la iluminación, el montaje, confuso; las actrices, Yolanda y Ana, de cuarta fila; el sonido, más que sonido es ruido molesto. El espectador, a los dos segundos de empezar la película, ya sabe de qué va, cómo va a terminar; no hay suspense, ni sorpresa, ni belleza en las imágenes, ni diálogos chispeantes. Todo es zafio, oscuro, cateto, ordinario. Huele a rancio, a vómito, a paja de adolescente en cine de barrio de la posguerra. A estercolero. La democracia se ha convertido en esto: dos partidos que se turnan en el Gobierno y que se dedican a descalificarse mutuamente. Si nos creemos lo que dicen doña Yolanda Casaus y doña Ana Marín Pérez, este país está en manos de lo peor de la sociedad; según estas dos lumbreras, los dirigentes del PP y del PSOE son unos malvados, unos delincuentes, lo peor de cada casa. Su objetivo es cargarse a España. A lo mejor tienen razón las dos.

Evaristo Torres Olivas. Villarquemado

1 comentario:

Luis Antonio dijo...

Leyendo esta entrada mi caudal de adjetivos ha quedado considerablemente enriquecido.

Gracias por la lección de lexicografía...