“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

jueves, 4 de noviembre de 2010

Impunidad

El portavoz del Vaticano, el jesuita Federico Lombardi, ha vuelto a largar para soltar el mismo rollo de siempre: que en la Iglesia no hay más pederastas que en otras partes y que si hay pederastas, se debe a la “crisis de la familia”. Pues mire usted, don Federico, yo no estoy de acuerdo ni con una cosa ni con la otra. Creo que en la Iglesia ha habido más pederastas que en otras partes y que gracias a que la familia y la sociedad se han democratizado, los pederastas son más perseguidos. Hace unos días, en una cena de amigos, hablamos de nuestra infancia, de la escuela y de los curas. Todos estábamos de acuerdo en lo salvajes que eran los maestros y los curas. Y también nuestros padres. Si uno iba a casa y decía que el cura o el maestro te habían “calzado” una hostia, tu padre te “calzaba” otra. Así que lo mejor era callar. Y si algún padre se hubiera atrevido a denunciar a la Guardia Civil que el cura le había tocado la pilila a su hijo, los del tricornio de charol le habrían “calzado” la hostia al padre. Impunidad total para los curas. Y al igual que un estafador coloca su dinero en un paraíso fiscal, o un terrorista se refugiaba en Sudamérica, el mejor sitio para un pederasta era hacerse miembro de la Iglesia. Allí estaba protegido, los padres les entregaban a sus hijos para la catequesis, para ser monaguillos o para lo que hiciera falta; y si lo descubrían abusando de un niño, el delito era silenciado. Hoy la Iglesia ya no tiene, afortunadamente, la misma influencia y poder que en nuestra infancia y en las familias la relación de los padres con los hijos también ha cambiado: a un niño o a una niña que les cuenta a sus padres que el cura o el maestro les ha pegado o ha abusado de ellos, ya no se le recrimina, sino que inmediatamente se denuncia al agresor. Y la Guardia Civil o la Policía, en lugar de hacerte callar a hostias, investiga el asunto y lleva a los delincuentes ante el juez. El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, puede decir lo que le dé la gana. Pero el abajo firmante ha vivido en la España franquista, ha estado en internados y ha conocido a pervertidos con sotana y alzacuellos, aficionados a sobar y a acariciar la pilila de unos críos asustados.

Evaristo Torres Olivas

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