Confieso que durante estas semanas he visto algunos partidos de fútbol en la tele. Incluso, sin tener ni puta idea de fútbol, como la mayoría de la gente, me he enzarzado en discusiones de bar hablando del tiqui- taca, del doble pivote, de jugadores que marcan la diferencia y de pases entre líneas. Esto del fútbol se parece a la política. Con cuatro chorradas que te aprendas, puedes parecer todo un experto. Si pierde su equipo, el “experto” de tres al cuarto puede diagnosticar que el problema de los jugadores es que no han sabido “verticalizar la oferta de pases” y un político de esos que pasan del fracaso escolar a diputado no tendrá ningún empacho en afirmar que se atisban brotes verdes que pronto florecerán, cuando le pregunten sobre sus recetas contra la crisis económica. Yo quiero que gane la selección española, pero por motivos seguramente contrarios a los de la mayoría. Yo pasión patriótica tengo poca. Ni me inflamo ni me enardezco frente a una bandera española, ni aragonesa ni ante el escudo de mi pueblo. Un concepto abstracto e inventado como el de nación, es el causante de las mayores aberraciones que ha cometido el ser humano. El melón del nacionalismo se rellena con otros inventos, igualmente abstractos y artificiales, como el Volkgeist o las unidades de destino en lo universal, que conducen a engendros como la superioridad cultural, la intolerancia cultural y el racismo. Sólo hay que ver a los hinchas de las selecciones que participan en el Mundial. Todos pintarrajeados y envueltos en banderas, preparados para la guerra. Y en el caso de los españoles, luciendo los elementos de la cultura patria: la boina de Manolo el del bombo, la montera de torero y la bota de vino. Alta cultura. Si por algo quiero que gane la selección española es porque mientras la mayoría de los miembros de los otros equipos se emocionan y algunos incluso lloran al escuchar el himno, los de La Roja, con la excepción de Sergio Ramos que mira al cielo, ponen cara de póquer. Esa es la ventaja de tener un himno sin letra. Otros no tienen tanta suerte y se ven obligados a pronunciar palabras como estas: ¡Guerra, guerra!, los patrios pendones en las olas de sangre empapad. Às armas! Às armas! Sobre a terra e sobre o mar! ¡Orientales, la Patria o la tumba! Por eso quiero que ganen los del chunda, chunda, dachún, dachún.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
DdT 3/7/2010
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