“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

martes, 27 de abril de 2010

Emputecer el lenguaje

Señor Pérez, salga usted a la pizarra y escriba: “Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa”. El alumno escribe lo que se le dicta. Vaya usted poniendo eso en lenguaje poético. El alumno, después de meditar, escribe: “Lo que pasa en la calle”. Mairena: No está mal. Esta cita del Juan de Mairena, de Antonio Machado, me sirve para comentar una tribuna que el pasado día 22 publicaba en las páginas de este diario don Ángel Gracia, senador del PSOE por Teruel. Choca la verborrea de los políticos para complicar lo sencillo. Choca más cuando dicen que representan al pueblo y hablan para el pueblo. Y se llega a la aberración cuando quien escribe mal y con renglones torcidos es un maestro de escuela como Ángel Gracia. Para decirnos que el Gobierno de Zapatero ha puesto en manos de los ocho mil ayuntamientos españoles trece mil millones de euros para paliar los efectos de la crisis económica, el senador Gracia necesita tres cuartos de página, a cuatro columnas. Recurre a un lenguaje retorcido y ampuloso. Nos habla de “coyuntura actual de crisis económica”, del “firme convencimiento de Zapatero”, de “entramado institucional democrático”, de que “estamos inmersos en planes enmarcados en hojas de ruta”, de “lanzaderas territoriales de la economía competitiva en un horizonte de progreso tecnológico”, de “excelente reconocimiento y valoración de la relevancia que los Ayuntamientos tienen en el contexto del Estado”, de “evidencia clara”, como si hubiera alguna evidencia que no lo fuera. Frases interminables, kilométricas, diarrea verbal, repeticiones innecesarias y adulación inmoderada a los jefes. Esta Retórica huera choca con la Poética del faldón, Ajos y besos, que publica, el mismo día y en la misma página, don Manuel Martín. En pocas líneas, con mucha gracia y mucha sorna, nos muestra la carta que le ha escrito a su abuelo que está en los cielos. Estoy convencido de que nuestros profesores de Lengua y Literatura habrán visto las posibilidades que ofrecen estos dos textos para ilustrar las explicaciones sobre el emputecimiento del lenguaje. Podrían invitar a esas clases a algunos de nuestros políticos. El pueblo soberano se lo agradecería.

Evaristo Torres Olivas. Villarquemado

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