Curiosa tropa la de los colaboradores habituales de la sección de opinión del Diario de Teruel. No hace falta que el lector sea muy perspicaz para darse cuenta de qué pie cojeamos cada uno. Los hay más honestos que otros. José Ramón Villanueva, por ejemplo, casi siempre se identifica como historiador y miembro de la corriente de Izquierda Socialista. Otros, aunque militen en partidos o se les vea el plumero, se esconden bajo títulos neutros como profesor o escritor. En mi caso, no es que me quiera ocultar, es que no tengo nada que poner: ni milito en ningún partido ni ejerzo ningún cargo ni trabajo remunerado. En todo caso, podría añadir a mi nombre y apellido el apéndice de izquierdas, aunque cualquiera que me lea se habrá dado perfectamente cuenta. Tal vez el caso más llamativo sea el de don Javier Arnal, que firma como periodista. A don Javier, no es que se le vea el plumero: se le ve hasta el ombligo, de tan partidista que es. No es que deba identificarse como ex director del un colegio mayor de Opus puesto que ya no está en ese puesto; ni tampoco como profesor de Derecho del trabajo, que ya no ejerce. Pero al menos podría identificarse como delegado de Canal Nou en Castellón. Y como a ese cargo no se accede por oposición sino por designación del partido que gobierna en la Comunidad valenciana, el PP, podríamos entender la decantación o la escora a estribor de sus tribunas en este periódico. A un periodista se le debe exigir rigor, independencia e imparcialidad. A un delegado de una televisión del PP, se le supone parcialidad y dependencia, que para eso lo han elegido a dedo. De ahí se explica que arremeta contra Garzón, que según él ha pasado de juez estrella a juez estrellado, incurriendo en algo que un jurista como don Javier nunca debería tolerar: el prejuicio. Y también se comprende por qué no hace lo mismo con don Vicente Sanz, ex jefe de personal de Canal 9, denunciado por tres mujeres periodistas de la cadena por un presunto delito de acoso sexual. Va a resultar que don Javier no es ni buen periodista ni buen jurista. Como aquel pobre hombre que murió por una descarga eléctrica y al que sus deudos le pusieron el siguiente epitafio: buen padre, buen esposo, mal electricista.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
DdT 20/3/2010
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