“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

domingo, 10 de enero de 2010

Símbolos

Son tantas las incorrecciones que destila la Tribuna de doña Ana Marín Pérez, Coordinadora de Justicia y Libertades del PP-Teruel—Diario de Teruel 24 de diciembre de 2009—que en el corto espacio de esta columna no voy a poder referirme a todas. Me limitaré a una de sus afirmaciones con la que pretende perpetuar la permanencia de los crucifijos en las aulas. Afirma rotundamente doña Ana: “Los símbolos, sean del tipo que sean, contribuyen a expresar las convicciones y valores que definen la identidad de las personas y comunidades humanas y suprimirlos es más propio de totalitarismos igualitaristas que de sociedades libres”. Ciertamente, los símbolos expresan convicciones y transmiten valores. Buenos o malos, compartidos o impuestos. Y toda la iconografía religiosa, desgraciadamente, nos ha sido impuesta. La fuerza de los signos está en su poder de representación y en los sentimientos que evoca. Una cruz gamada, o esvástica, por mucho que esté presente en el hinduismo, el budismo o el jainismo, a mí—y espero que también a doña Ana—, su simple contemplación me produce rechazo por estar ese símbolo estrechamente asociado con el nazismo. Lo mismo sucede con los crucifijos. Para muchos españoles, entre los que me incluyo, asocio ese símbolo con los peores momentos de mi vida: olor a sacristía, hipocresía, intolerancia, curas intransigentes, castigo, prohibiciones, pecado, culpa y mil más. Como los símbolos tienen significados diferentes para las personas, el sentido común nos dice que para avanzar en la convivencia, deberemos evitar su presencia en los espacios públicos—escuelas, ayuntamientos y otras instituciones—. Si a un cristiano, un crucifijo le transmite valores y sentimientos que le ayudan a ser mejor persona, puede asistir a la Iglesia, a los locales de asociaciones religiosas, a las procesiones o puede colgarlo en las paredes de su casa. Otros tenemos otros símbolos y otros valores y no pretendemos ni exigimos que se exhiban en los centros e instituciones que son de todos. Nadie habla de prohibir ni de erradicar. Hablamos simplemente de convivir. Creo que doña Ana, con sus pretensiones, es mucho más totalitaria e intransigente que aquellos a los que critica.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
Enviado DdT 25/12/2009 NO PUBLICADO

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