“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

sábado, 12 de septiembre de 2009

Periodismo de trinchera

Hay ciertas personas que al ejercer su oficio denigran a toda la profesión. Pasa en la Medicina, la Economía, la Política. Y también en el Periodismo. Podría citar muchos ejemplos de periodistas que no ejercen la profesión desde la independencia sino al servicio de un partido determinado. Y no sólo me refiero a los jefes de prensa de los partidos, a mi entender un ejercicio bastardo de la profesión, sino sobre todo a los que desde las cabeceras de periódicos y otros medios que se proclaman independientes, actúan de altavoces de las consignas que salen de Ferraz, Génova o de las sedes de las organizaciones nacionalistas. Antes de que abran la boca, uno ya sabe lo que van a decir María Antonia Iglesias, Enric Sopena, Miguel Angel Rodríguez o Nacho Villa. A mí me repele escucharles, constatar cómo de sus bocas salen palabras que les dictan otros; parecen a doña Rogelia o a Macario, cuyos hilos y bocas articuladas por bisagras mueven las Maricarmen o los José Luis Moreno de turno. Allí donde debería haber transparencia, objetividad, independencia de criterio, según enseñan en los manuales de periodismo, nos encontramos con opacidad, parcialidad y total dependencia de las instrucciones recibidas y de la obediencia debida. No quiere ello decir que el buen periodista deba ser apolítico, sin ideología, un ser angelical, sin mancha y sin pecado. El periodista es un ciudadano como otro cualquiera. Lo único que se le debe exigir es el cumplimiento de las normas éticas y deontológicas de su profesión. Si un periodista pasa a ser responsable de la comunicación de un partido o vocero del mismo, debe abstenerse a llamarse periodista porque ha perdido la esencia de su profesión: la independencia. De la misma manera que un ex policía que pasa a asesorar a una banda de mafiosos no se puede considerar policía o que un bombero pirómano deja de ser bombero. Los ejemplos citados y otros muchos desprestigian a una profesión que en otros momentos ha demostrado ser un pilar fundamental en la defensa de la Democracia. Hoy, desgraciadamente, el Periodismo ya no es el Cuarto Poder, sino un pelele al servicio de los poderosos.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
DdT 12/11/2009

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