“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

viernes, 24 de julio de 2009

Puro teatro

Hace unas semanas, leí un artículo y una columna en los que se criticaba a los números dos del PP y del PSOE, De Grandes y Jáuregui, por enviarle una carta al presidente del Congreso, Bono, en la que le piden que además del salario, dietas y mil chollos más que disfrutan como eurodiputados, también se les mantengan los privilegios de los diputados españoles y que consisten en «agencias de viaje y bancarias, aparcamientos, servicios médicos, franquicias postales, tarjetas de viaje para avión, ferrocarril y autopistas, así como las tarjetas de aparcamiento para aeropuertos que expide AENA». Y un plan de pensiones. Lo quieren todo por duplicado. Lo de aquí y lo de allá. Esta noticia me ha hecho pensar en el gran engaño de la política. De Grandes y Jáuregui, apenas unas semanas antes, protagonizaban debates en la tele con motivo de las elecciones europeas, en las que se ponían a parir y a augurar que de ganar el otro, los españoles y los europeos íbamos camino del caos más absoluto. Una vez asegurado su escaño, los otrora enemigos a muerte, no dudan en ir de la mano para hacer de pedigüeños en las esquinas de la carrera de San Jerónimo. Un parlamentario europeo cobra 7.550 EUROS al mes de asignación fija, 300 EUROS al día para dietas, además de viajes gratis y plan de pensiones. A de Grandes y Jáuregui les parecía poco y aun pedían más. Insaciables. Ya ven, la derecha y la autodenominada izquierda cogiditos de la mano. Y este triste espectáculo no lo protagonizan los candidatos más broncos de sus respetivos partidos, sino dos que pasan por moderados y con buen rollo. La política se parece cada día más al teatro. Sobre la escena, los protagonistas se acuchillan y se despedazan pero entre bambalinas, se abrazan, se felicitan y se retiran a los camerinos cogiditos de la mano como los enamorados. Tanto el teatro como la política consisten en simular lo que no se es ni se piensa. En eso consiste el oficio: en la simulación, en el engaño y hacer creer al espectador que lo que ve es real. La única diferencia entre el buen teatro y la política es que los actores de la política suelen ser pésimos y los textos que interpretan, de una calidad más parecida a Vaya par de gemelas que a Hamlet.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
DdT 24/7/2009

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